Por:
Maeda Ai
. . . . . . . . . . .
.:: Capítulo 12 ::.
* Vamos, cariño, di 'chappy… cha… ppy'. *
La pelinegra alargaba las palabras y hacía gestos graciosos, tratando de enseñarle a hablar a su pequeño.
Ichigo la miraba entre aburrido e incrédulo.
* Por favor, enséñale a decir cosas coherentes e importantes. *
El pelinaranja dejó su cómodo lugar en el sofá; se acercó a su esposa y tomó entre sus brazos a su hijo de año y medio.
* Vamos, campeón, di 'papá… pa… pá'. *
Kuchiki no pudo reprimir una sonrisa. Adoraba esto, ver a padre e hijo juntos, le provocaba una sensación de dicha y paz.
¡ Y pensar que toda su vida se basaba en un estúpido trato del pasado !.
En ese momento, Rukia se perdió en sus recuerdos. . .
Ella nunca esperó esto, mucho menos lo buscó; definitivamente fue demasiada suerte. Alguien allá arriba debía amarla en verdad, o quizás el destino se equivocó y fue bondadoso en demasía con ella, pues no podía creer que tuviese y mereciera tanta felicidad.
Tampoco podría decirse que Rukia fuese una aprovechada y que le había robado la felicidad a alguien más, de hecho, ese alguien prácticamente le había regalado a ella tal dicha.
La pelinegra ni siquiera luchó por ese amor, sino que fue él el necio insistente pues ella no quería nada con él. . . al menos al principio.
““Quizás es cierto que hay una persona que nació tan solo para alguien en especial.””
Pensaba la pelinegra; sus ojos violetas clavados en su esposo.
Sí. . . ella solo podría describir a Ichigo de esa manera. Pero el tenerlo, el que él se cruzara en su camino, debía agradecérselo a una sola persona. . .
Si Inoue Orihime no le hubiese propuesto ese estúpido trato, Rukia nunca hubiese conocido a Ichigo, no habría hecho el amor con él tantas veces, no se hubiera enamorado, ni él se hubiera enamorado de ella. . . no sería madre.
Así es, no tendría a ese pequeño angelito, la viva imagen de su padre en miniatura, idéntico hasta en el color de cabello. . . Ichigo no podría negar que es hijo suyo.
Y por ello, de no ser por esa mujer, la pelinegra no sería tan feliz. Si Inoue no hubiera arrojado a Ichigo a sus brazos. . . hubiera. . . hubiera. . .
Toda una serie de posibilidades que al final la llenaron de felicidad.
Kuchiki no sabía mucho de esa mujer ahora, solo esperaba que fuese feliz con Ishida.
Hasta en eso le ayudó. . . al quitarle a Uryuu, le dio, sin saber, la posibilidad de ser feliz por otro lado, con otro hombre. . . con Ichigo. Esa mujer le había hecho tantos favores sin saberlo, y de no haber puesto en riesgo la vida de su hijo, Rukia la adoraría en verdad, pero ya no importaba ahora.
La pelinegra se acercó donde su esposo y su hijo, siguiendo con la ardua tarea de lograr que él dijese al menos una palabra.
Lo único importante ahora era esta sensación de dicha y felicidad; su esposo, su hijo. . . solo ellos importaban, ellos eran su todo.
Ya fuese cosa del destino, la suerte o una mujer llamada Inoue Orihime. . . no importaba realmente, pero Kuchiki Rukia era la mujer más feliz del mundo.
¡ Y todo gracias a un estúpido vestido !.