Por:
Maeda Ai
. . . . . . . . . . .
.:: Capítulo 2 ::.
Todo era un tanto confuso y borroso. No tenía idea de dónde estaba o cómo llegó allí, mucho menos por qué. Estaba desorientada; entonces, tras unos instantes de meditarlo, lo comprendió. . . estaba soñando. . . otra vez.
No era la primera vez que Kuchiki Rukia tenía un sueño como este, rodeada de densa niebla en un terreno extraño y arenoso en el que no podía ver más allá de un par de metros.
Este era apenas el comienzo de ese repetitivo sueño, lo que venía después. . . la inquietaba. . .
La pelinegra había comenzado a sentir las caricias y el calor que estas le provocaban. Aquellas manos, tan grandes y blanquecinas habían comenzado a deslizarse por su pequeña y frágil figura.
La primera vez que vio las manos que la recorrían, se asustó, pues era obvio que esas manos, no, esas garras no eran las de un humano. Más ese temor pronto se vio reemplazado por la lujuria.
No importaba con cuanta ansiedad fuera tocada, aquellas manos tan fuertes y toscas, capaces de hacer añicos una puerta blindada, nunca la lastimaban. . . y Rukia se maravillaba ante eso.
* ¡Ah!, n-noo!!. *
Susurró suplicante la joven de ojos violetas, pues los blanquecinos dedos se empeñaban en frotar, aun por encima de la ropa, los duros pezones rosas, mientras ella era plenamente consciente de que la hombría de aquel desconocido se frotaba constante, aunque tranquilamente, en su pequeño trasero, estimulándola aun más.
Kuchiki cerró los ojos; las primeras veces que tuvo este sueño, solo eran las caricias, las sentía, pero no veía nada.
Luego, la fantasía se fue haciendo más y más fuerte, hasta comenzar a ver las manos de aquel que la tocaba con tanto deseo. Rukia se asustó, por supuesto, más luego. . .
??Más, más!. . . ¡solo un poco más!.??
Rogaba en silencio.
Entre más la tocaba aquel ente, más quería, más necesitaba. Y eran tantas las ansias de la chica, que no se percató del momento en que su extraordinario acosador hizo jirones toda su ropa de un solo y casi imperceptible movimiento. Y entonces. . .
* Ahh!!. . . *
Gimió; pudo sentir las caricias a flor de piel. El rojo intenso matizó sus mejillas.
Rukia no podía creer lo mucho que estaba disfrutando cuando un solo dedo masculino se dedicó a frotar con entusiasmo el clítoris que, hinchado, se mostraba ligeramente fuera de los pliegues vaginales.
De espaladas a él, la joven se recargó totalmente en el pecho desnudo de su compañero; fuerte, duro. . .
??¡Perfecto!.??
Con este pensamiento, la mujercita se entregó totalmente al deseo y la lujuria.
Kuchiki se retorció de gozo al sentir como los constantes roces sobre su clítoris rindieron frutos y era presa de un delicioso orgasmo que la recorrió entera, transportándola hasta el mismísimo paraíso.
* Aahhh!, mmm!!. . . *
Con los ojos cerrados y las mejillas totalmente matizadas en carmín, Rukia trató de reprimir los sonoros gemidos, pero el placer era tanto que simplemente no pudo.
Era maravilloso y totalmente irreal, quizás por ello, la mujer no imaginó que su amante desconocido la penetraría mientras ella disfrutaba de la tremenda oleada de gozo.
La pelinegra solo pudo sentir como el pene grueso y caliente, grande casi descomunal, se clavaba rápida y dolorosamente en su vagina, y sin embargo eso hizo que se prolongara más su éxtasis.
En ese instante, cuando la verga de aquel sujeto profanaba su sexo totalmente de un solo embate, Rukia abrió los ojos; no podía mantener sus labios unidos, no cuando los gemidos y jadeos no paraban a causa de tanto placer.
Lo peor vino cuando aquel hombre comenzó a moverse, en momentos de adelante hacia atrás y otros más de abajo hacia arriba.
* N-no, ya basta!!. *
Rogó ella, no por dolor, pues ya no lo sentía, y no por miedo ya que la lujuria y el deseo habían opacado al primero. Lo que Kuchiki no quería era rendirse totalmente a las perversiones de ese hombre. Y ella bien sabía que al sentirlo tan profunda y deliciosamente dentro suyo, se rendiría ante él, no solo su cuerpo, sino también su corazón.
Más él no se detuvo, al contrario, sus caderas se movieron con mayor vigor, embistiendo casi con demencia a la pequeña mujer. Rukia podía sentirlo, la fuerza y vitalidad de ese pedazo de carne que la quemaba y la estimulaba de forma alarmante.
* Aahhh!!. . . *
El constante y apretado roce entre sus sexos desencadenó un orgasmo avasallador en el que Kuchiki gritó hasta casi desgarrarse la garganta.
Su intimidad suave y delicada, se derritió en gozo ante las fuertes pulsaciones que estimularon a su inesperado compañero, el cual no pudo soportarlas y, lanzando un extraño sonido, como un rugido, se aferró a las caderas de la pelinegra, vaciando en ella toda su carga de espeso semen, alargando el clímax de la mujer con el propio.
La chica de ojos violeta se dejó caer sobre la arena, desnuda y agotada, prácticamente bañada en sudor y semen, pero, ¡maldita sea!. . . totalmente satisfecha sexualmente.
* ¿Qui. . . quién eres?. *
Logró preguntar a su ?captor?, con voz entrecortada por su irregular respiración, sus ojos entrecerrados, fijos en la silueta semi?humana que acababa de poseerla con cabalidad.
Pero la única respuesta que obtuvo fue un sonido gutural que solo pudo comparar con el ronroneo de un gato, no, de un león, aunque este era mucho más intimidante y escalofriante.
* ¿Por qué?. . . ¿por qué yo?, ¿por qué esto?. . . dime. . . *
Volvió a insistir, con sus hermosos ojos fijos en aquella criatura oculta entre las sombras.
Pero sus preguntas no eran un reclamo, ni un reproche. Ella solo quería comprender, pero más que nada, conocer a aquel que le hacía el amor noche tras noche. . . en sus sueños.
Sin embargo, Rukia no pudo sostener más esa visión. Agotada, sus ojos no tardaron en cerrarse. . . el sueño había terminado.