Por:
Maeda Ai
. . . . . . . . . . .
.:: Capítulo 6 ::.
Rukia se detuvo antes de girar ligeramente, pero el pasillo estaba vacío.
Por un momento quiso culpar a su creativa imaginación.
Ya pasaban de las seis de la tarde y eran muy pocos los estudiantes que aun estaban en la escuela. Pero la extraña sensación de no estar sola la hizo permanecer allí un poco más. No, la imaginación nunca fue tan vivida y palpable.
* ¿Hay alguien allí?. * Nada. Kuchiki torció los labios y siguió intentado. * Ichigo?. *
Pero nada pasó.
Le dio una oportunidad a la remota posibilidad de que esta vez el pelinaranja no tuviese nada que ver, más apenas volvió a girarse para dar un paso, chocó contra algo, más precisamente con el musculoso y duro pecho del autor de todas las extrañas sensaciones que la recorrían últimamente.
* Deberías ver por dónde vas, enana. *
* T-tú fuiste el que se plantó frente mío. . . y deja de llamarme enana. *
*Claro, dentro de diez centímetros, quizás.*
Kuchiki apretó los dientes, al final optó por ignorarlo y seguir su camino de salida a la escuela. Ichigo la siguió de cerca y en silencio. Rukia podía sentir las pupilas amieladas bien clavadas en ella; era estresante sentirse vigilada de aquella manera.
* ¿Quieres dejar de hacer eso? *
Exigió la mujer al tiempo en que aceleraba el paso, pero él chico la seguía sin problema alguno.
* ¿Qué cosa?. *
* Acosarme!!. *
Soltó de pronto la joven de lindos ojos, girándose y por poco chocando de nuevo contra el pecho del Kurosaki.
*¿Acosarte?. Yo lo llamo servicio de vigilancia gratuita las veinticuatro horas.*
Tras estas palabras, el pelinaranja le regaló una sonrisa que cualquier chica consideraría avasalladora, pero la diferencia es que Kuchiki conocía una parte de la personalidad de ese hombre que el resto de la escuela ignoraba.
* Escucha, Ichigo, te agradezco infinitamente lo de aquella vez y te doy mi palabra que no le diré a nadie tu secreto, pero, por favor. . . deja de seguirme. . . ¡me asusta!. *
El Kurosaki ya se sabía de memoria esas palabras que le rezó la mujercita; se las había venido restregando en la cara las últimas tres o cuatro semanas después del. . . incidente de aquella noche.
Lo nuevo para el pelinaranja fue el último par de palabras. Los ojos del muchacho se tornaron opacos; si había algo que él odiaba, era el temor de los demás hacia él. . . lo hacía sacar lo peor de sí.
* ¿Qué pasa?. Primero te salvo la vida, luego te protejo y ahora resulta que lo único que hago es asustarte!!. *
* ¡Es que no es normal, Ichigo!. *
Por alguna razón, aquella frase molestó al joven, al grado de no contener su enojo y sujetar con brusquedad a la chica, para luego estamparla contra una pared, aprisionándola entre esta y su cuerpo.
Ichigo la miraba con furia centellante en los ojos.
* Por si ya lo olvidaste, yo. . . no soy precisamente ?normal?. *
Kuchiki se movió intranquila bajo el fuerte agarre del pelinaranja, intentando librarse, más sus esfuerzos resultaron ser totalmente inútiles.
* I-Ichigo!. . . ¡me lastimas!. *
Rukia gimió de dolor. Solo entonces el fuego en los ojos del Kurosaki pareció encenderse aun más. Ichigo se inclinó sobre ella, acercándose al oído de la chica, obligándola a sentir su aliento cálido acariciándole la piel, haciéndola estremecer, sin mencionar el latir de su corazón, ansioso y desesperado, y no precisamente como influencia del miedo.
*¡Siento mucho no ser un humano normal!.*
* ¿Qué dices?. *
* Eso, Rukia. . . siento mucho no entrar en tus criterios de ?normalidad?. Siento ser un demonio incapaz de controlar su poder, mucho menos su temperamento. *
Ichigo gritó toda esa sarta de tonterías que Kuchiki no entendía. ¿Estaban hablando del mismo tema?. Seguramente no.
* Lo que no es normal, Ichigo, es que me sigas a todas partes y que me protejas. . . tanto. Pareces mi guardaespaldas, mi sombra, yo. . . *
La ojivioleta calló de pronto; un profundo gemido reemplazó su dulce voz pues los labios del pelinaranja se deslizaron por su níveo cuello, recorriendo la blanca piel con tal delicadeza, que parecía irreal.
* Me gusta ser tu sombra !. *
* I-Ichigo!. *
La furia del muchacho se disolvió de pronto, siendo reemplazada por una tranquilidad que nunca había sentido, era paz y alegría, tantas emociones que lo recorrían por primera vez y todas provocadas por la jovencita atrapada entre sus brazos.
Su fuerza también se perdió en algún momento y su agarre ahora era delicado en torno a la frágil figura femenina.
* E-enserio, idiota, no me gusta que me vigiles, que me sigas. *
* ¿Por qué?. *
Cuestionó el muchacho, deslizando los labios hacia la oreja izquierda de la pelinegra, aspirando de paso su embriagador aroma que lo enloquecía y al mismo tiempo lo llenaba de paz. Rukia se estremeció, ahogando un gemido.
* Me, me asusta !. *
* ¿Por qué?. *
* ¡Porque me siento acosada!.. *
* Yo no te acoso. . . ¡te protejo!. *
* No tienes por qué hacerlo, yo. . . *
El Kurosaki se separó ligeramente de la chica, clavando su mirada en ella, perdiéndose en las hermosas gemas violetas que brillaban intensamente, cual estrellas llenas de luz.
El silencio los envolvió de pronto; sus miradas magnetizadas la una a la otra por unos instantes, hasta que Kuchiki no pudo mantener dicho contacto visual.
* Ichigo, ya te lo dije, no tienes que. . . *
La frase de la chica quedó inconclusa, pues una de las toscas manos del pelinaranja se posó en su mejilla izquierda, obligándola nuevamente a mirarlo. Lo que Rukia no esperó fue que los labios del Kurosaki se estrellaran suavemente contra los suyos en un beso que de pronto se tornó brusco y apasionado.
Rukia se aferraba a su compañero. ¿En qué momento comenzó a corresponder a aquel arrebato?. Debería estar furiosa y patear al imbécil aprovechado, pero en cambio le había permitido profundizar dicho beso, y a la lengua masculina penetrar en su boca y juguetear con la propia.
Era evidente que Ichigo estaba harto de la conversación que habían sostenido hasta ahora, una que por cierto no los llevaba a ningún lado. Así que, interesado en otras cosas, estrechó entre sus brazos a la jovencita, con la convicción de no soltarla jamás.