Por:
Maeda Ai
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Kuchiki Rukia tembló entre el beso al sentir cómo las manos masculinas recorrían su delicada piel, y se le escapó un suspiro cuando una de las manos de Kurosaki se posaba sobre el seno izquierdo, palpando, amasando con tranquila adoración.
Casi inmediatamente el otro pecho fue cubierto por la mano libre del joven de cabellos naranja.
* ¡ Ah, I-Ichigo !. *
Rukia rompió el beso para suspirar el nombre de su compañero.
Estaba nerviosa; no tenía ni idea de qué estaba haciendo, pero le gustaba, y le gustaba por el simple hecho de que era el pelinaranja quien le proporcionaba todas esas sensaciones nuevas y placenteras.
Ya sin ropa alguna que los separase, los jóvenes amantes dieron rienda suelta a su amor.
Las manos de Ichigo viajaron hasta la vagina de su compañera, explorando, hundiéndose suavemente en su sexo y brindando placer. La pelinegra gemía dulcemente, aferrada al musculoso cuerpo de su novio, frotando su suave y sensual cuerpo contra la silueta masculina.
* Rukia !... ¡ me encantas !. *
* Ichigo... ¿por qué no puedo detenerme?, no entiendo... ¡¿por qué me gusta tanto?!. *
* Oh, enana... ¡ te amo !. *
La jovencita se sonrojó. Amor, eso sí lo entendía; era lo mismo que sentía por ese hombre.
Ichigo la recostó suavemente, cubriéndola con su cuerpo y luego poco a poco presionó su pene, duro a más no poder, en la cálida, suave y húmeda vagina de su novia, clavándose en ella con total paciencia y con toda la suavidad que podía, aun reprimiéndose.
Se mordió el labio inferior hasta sangrar, pues el placer era tanto que se estaba volviendo loco; era una tortura no poder hacerla suya con toda la fuerza y pasión que por ella tenía.
Pasado un rato, Rukia chocó sus caderas al encuentro de las del pelinaranja, buscando más de aquella fricción que tanto placer le provocaba.
Se movía tan suave, tan sensual, pero él la veía tan delicada y por ello no quería lastimarla, así que la dejó complacerse, siendo la mujer quien se moviera a su ritmo y fuerza, provocando la fricción entre ambos sexos y la penetración, primero tranquila, luego rápida y desesperada.
La chica se retorció llena de gozo bajo el cuerpo de su novio y soltó un delicado gemido cuando el placer se desbordó en un orgasmo que la hizo aferrarse a él con toda su fuerza al tiempo en que su sexo aferraba la verga de Ichigo, torturándolo y enloqueciéndolo al regalarle la caricia más íntima y secreta que pudiesen compartir.
Kurosaki llegó al éxtasis y se corrió en el interior de la pelinegra, llenándola de semen.
Aun clavado en ella, el joven la abrazó con suavidad; ambos respirando agitados.
* Rukia... eres hermosa !... ¡ y maravillosa !. *
* I, Ichigo !. *
Los ojos de ambos jóvenes brillaban intensamente ante las emociones y los sentimientos que, en ese momento, solo reflejaban en sus miradas.
Se sonrieron de forma cómplice y Rukia acarició el rostro de su novio; prometiéndose, en silencio, una segunda vez. ¡ No !. . . muchas más.