Por:
Maeda Ai
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Alguna consecuencia debía tener el que pasaran tanto tiempo juntos. Y ni la diferencia de opiniones, de mundos e incluso de edades, podría frenarlos ahora. . .
* Ahh, e-eres un hentai !!. *
El pelinaranja detuvo sus ansiosas manos, alzando una ceja con incredulidad al tiempo en que miraba a la chica.
¡ Por favor !, si había sido ella la que lo sedujo y prácticamente lo arrastró a la cama. Y ahora le venía con esa actuación de niña inocente.
Ichigo ignoró el comentario de la joven, para volver a llenarla de besos y caricias; sus manos retomaron el camino que habían recorrido, llegando hasta la intimidad femenina, protegida tan solo por las pequeñas bragas que poco tardaron en terminar lejos de la cama.
El hombre no pudo más que asombrarse con semejante belleza. Era casi irreal; esa mujer tenía una figura exquisita sin duda.
Tan pequeña y suave a pesar de su fuerte carácter. . . y la tenía para él solo.
""Después de todo, Rukia tiene razón. . . ¡ sí soy un pervertido !.""
Pensaba el muchacho pero, inmediatamente después, con total tranquilidad, hundió un par de dedos en la vagina de su compañera, la cual gimió agradada ante el contacto, alzando más las caderas, tratando de aumentar aquella sensación.
El rostro de Kuchiki era todo un poema en ese momento y el pelinaranja no pudo menos que intensificar su toque, rendido ante la belleza de ella, la lujuria y la perversión que, después de todo, sí poseía.
Sus dedos entraban y salían del sexo de la ojivioleta con mayor fuerza y rapidez, volviéndola loca de placer.
Aferrando las sábanas, Kuchiki Rukia se retorció bajo el cuerpo de aquel hombre; su vagina cedió ante tal estímulo, mojándose todavía más y palpitando, tratando de retener a un visitante que nunca existió, al menos no el que más deseaba.
* ¡¡ Hazlo ya, Ichigo !!, ¡¿qué esperas?!. *
Él sonrió; si lo que ella quería era que él se clavara totalmente en ella, a él le encantaba la idea.
Así, sus ropas tuvieron la misma suerte que las de la pelinegra.
Kurosaki sujetaba su verga, dura y grande, mostrándola orgulloso ante la chica.
* ¡ Hazlo ya !. . . onegai !!. . . *
* Tú lo pediste, enana. *
Una sonrisa traviesa cruzó el rostro del pelinaranja, quien poco después se acomodó entre las piernas de la joven de ojos violetas.
Ichigo frotó su pene contra la línea vaginal por unos segundos y casi de inmediato la penetró completamente de una sola vez. Comenzando a darle duro, con fuerza, como castigándola, como si quisiera hacerle entender con esto lo que no podía con palabras.
* Toma enana, ahh. . . esto querías, ¿no?. *
* Ahh !, sí. . . sí, dame más !, más !!. . . *
Ichigo apretó los dientes, no sabía qué pensar de ella, de ellos. . . él estaba vivo, ella era una shinigami; eran de mundos totalmente distintos y sin embargo se buscaban una y otra vez tan solo para terminar como ahora, él sobre ella, teniendo sexo casi salvaje.
* Toma enana. . . te lleno, aahh !!. . . *
El pelinaranja siguió dándole duro hasta correrse dentro de ella, siendo mimado por las pulsaciones de la estrecha y caliente vagina.
Al salir él de ella, Rukia buscó casi desesperada el pene de su amante para llevárselo a la boca y lamerlo golosa y dispuesta. Siempre era así, esa relación suya era demasiado intensa.
Pero qué se puede esperar de una mujer, que experimenta el placer por primera vez en más de cien años, y de un joven que ni siquiera alcanza la mayoría de edad, que pasan mucho tiempo juntos en secreto, solos...
La mente vuela, las posibilidades y el deseo, la lujuria y la perversión. . . también.