Por:
Maeda Ai
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.:: Capítulo 2 ::.
“Completamente mía”
Los escuchó discutir en la habitación que compartían.
Desde que Yoh regresó hace un par de días, quien por cierto permaneció fuera durante más de un mes, fue testigo silencioso de los serios problemas en ese matrimonio.
Len ya comenzaba a sospechar el porque, de hecho ya tenia una idea de quien era el culpable, por no decir que estaba completamente seguro. Anna no habló mucho sobre el asunto y eso era algo que podía comprender.
El joven chino mantenía distancia; no deseaba entrometerse en las vidas ajenas, pero le resultaba muy difícil cuando una de esas vidas era de la rubia itako, más que difícil era estúpido, en especial considerando que ya estaba demasiado involucrado con esa bella mujer.
Era tan incomodo escuchar como el shaman Asakura le alzaba la voz a su esposa, las cosas que le decía y el como sus palabras siempre la hacían llorar. Lo peor era la desvergonzada actitud de su amigo, quien en presencia del chico Tao, actuaba como si entre él y la sacerdotisa no hubiese problema alguno.
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Los días pasaron e Yoh se ausentó nuevamente. Al parecer sus visitas a Izumo eran largas y constantes.
Y si bien la ausencia del shaman hacia el ambiente un poco más tranquilo, ver la tristeza en el rostro de Anna no era para nada agradable.
Verla llorar le oprimía el corazón, al grado de querer viajar a Izumo y dar una buena golpiza al heredero Asakura, pero no tenia intenciones de alejarse de Kyouyama, no cuando ella se estaba dejando envolver por el dolor.
Él la quería, dejó de negárselo a si mismo hace mucho tiempo. Para Len ella era la mujer perfecta; bella, inteligente, fuerte, fría.... todo de ella le gustaba.
Siempre la quiso, aun antes de se casara con Yoh.
* Mientras ella fuera feliz.... no importaba si yo me hundía en la tristeza. Pero ahora.... *
Su felicidad al lado del shaman king se desvaneció.
Ese imbécil no la merecía, Len era testigo de ello y no permitiría que las cosas siguieran así. Ahora tenia una oportunidad con la itako, oportunidad que hace unos días no pudo dejar pasar. No quiso aprovecharse de los problemas de la pareja para seducir a la sacerdotisa, no era esa clase de hombre.
Len solo quería que Anna encontrara en él la tranquilidad y el amor que Yoh ya no le daba.
Ahora intentaba alejarse, recuperar la cordura.... pero no pudo, quería tanto a esa mujer, la deseaba, la amaba....
* Necesito tenerla a mi lado. *
Con esta idea en la mente, se dirigió a la habitación de la rubia. Ni siquiera se molestó en tocar, deslizando la puerta antes y después de entrar.
Se acercó sigiloso como un cazador acosando a su presa; tranquilo, atento y completamente hipnotizado con la belleza de esa mujer.
Seguramente Yoh no regresaría a Funbari hasta pasados varios días.
Ni siquiera sabe como pudo soportar alejado de ella mientras el castaño permanecía en la pensión; aparentando que ahí no había pasado nada, que él era solo un visitante pasajero, su amigo. Si, un visitante que no se conformó con ver de lejos a la rubia, amigo que se volvió amante de Anna, o mejor dicho, que vino a darle el amor que ella ya no tenia.
Ahora está a solas con la itako, se le acerca silencioso mientras se posa de tras de ella y le rodea la pequeña cintura con sus manos varoniles.
No puede esperar un solo segundo, deja que sus labios viajen por el cuello de la sacerdotisa hasta llegar a sus hombros.
* Ya no, Len.... por favor.... *
Entre jadeos, su voz se vuelve una suplica, un susurro ignorado por el chino.
Él no puede detenerse, la desea, la ama, solo quiere estar con ella.
* Por favor.... *
Nuevamente le pide la rubia, sin embargo los labios y las manos del chico Tao no se han detenido en ningún momento, al contrario, han explorado a detalle todas y cada una de las finas curvas de aquel hermoso cuerpo.
La recorre con deseo tal que la fría mirada de Anna se torna excitada, suplicante.
Aun de espaldas a él, la sacerdotisa puede sentir el miembro de Len posarse de tras de ella, ejerciendo una suave presión para hacerla separar las piernas, cosa que hace en cuestión de segundos.
* Sé que lo deseas tanto como yo.... sé que quieres estar conmigo. *
Las palabras del joven son la pura verdad, pero ella prefiere guardar silencio, en tanto suaves jadeos escapan de sus labios delatando sus verdaderos deseos.
* Lo sabía. *
Dicho esto, el muchacho deslizó sus manos por las piernas de la rubia, levantando poco a poco su vestido negro y explorando la entrepierna femenina, haciendo a un lado la molesta pantaleta y colocando su erecto pene en la entrada de la vagina de Anna.
Con movimientos circulares, la excitó durante unos momentos para luego penetrarla lentamente.
* Oh, Len, yo.... *
Sus palabras se atoraban y la joven no podía más que gemir y jadear, todo gracias al miembro del chico que entraba suavemente en su excitado cuerpo.
Escucharlo susurrar palabras románticas a su oído, la hizo bajar por completo la guardia. No podía evitarlo, se había enamorado de él, con dos simples palabras, con una simple caricia y un único beso.... se entregó a él, olvidándose por completo de Yoh y la fidelidad que supuestamente debía tenerle.
No, no lo hizo por venganza, lo hizo por deseo, por placer.... por amor.
Esta era la primera vez que lo hacían de pie, y era tan excitante, tan profundo.
Len dejó que sus manos se hiciesen cargo de la ropa de su amante, deslizando con tranquilidad el cierre del vestido negro, haciendo que éste cayera hasta la cintura de la rubia y dejando al descubierto aquel par de hermosos y perfectos pechos. El shaman, a espaldas de la itako, observaba atentamente sus senos, eran tan incitadores.
Posando las frías manos sobre los pechos de Anna, Tao se dio a la tarea de estrujarlos suavemente aunque con claras ansias de sentirlos más y más.
Atrapó los duros pezones, jugando con estos durante un buen rato; mientras lo hacia, susurraba a la rubia la frase que a ella tanto le gustaba escuchar: “te quiero tanto, Anna”.
Seguido de esto, comenzó a penetrarla más fuerte y rápido.
La itako trataba de sostenerse de la pared como podía, recargada sobre ésta, recibiendo de lleno las embestidas que su querido amante le daba desde atrás.
Sacando y metiendo su duro pene, Len arrancaba gemidos placenteros de los labios de la chica mientras ésta sentía como su vagina se dilataba para recibir el instrumento del que ahora es su hombre, si.... no dejaría que Yoh volviese a tenerla, ya no más....
* Eres tan estrecha, ¡eso me gusta!. *
Hablando cerca de su oído, el muchacho se movía tan exquisitamente, haciéndole sentir el gozo de ser penetrada de esa forma tan atenta y tranquila, tan cuidadosamente, tan tierno al hacerlo, pero tan posesivo a la vez.
Él a su lado, lamía y besaba sus mejillas ardientes en carmín, sin dejar de susurrarle en ningún momento que la quiere y que jamás le hará daño.
Anna no puede dejar de gemir; lo adora!!, adora como le hace el amor, como la penetra, adora sentir dentro suyo el pene de éste hombre, ese hombre que en ningún momento se detuvo en su tarea de deslizar su miembro al interior de la vagina femenina, al contrario, cada vez avanzaba más y más, entrando y saliendo rápidamente.
Los orgasmos parecían venir uno tras otro para la mujer, quien cansada por la posición y el esfuerzo, perdió la fuerza y no pudo sostenerse más.
Len reaccionó abrazándola firmemente; salió de su cuerpo y la tomó entre sus brazos, llevándola hasta el futon. No pudiendo esperar un segundo, con suavidad le separó las piernas, clavando nuevamente su erecto miembro varonil.
Anna tenia los brazos extendidos sobre el futon, sintiéndose penetrada mientras se dejaba llevar por el ritmo que le imponían las caderas del chino.
Lo miro embelesada, notando como los misteriosos ojos color ámbar se nublaban a causa del deseo y la pasión.
* Te quiero. *
Le dijo ella, llevando sus suaves manos hasta el confundido rostro del shaman. Lo acarició con tanta ternura, con tanto cariño.
Tao la miró complacido, no era usual que la chica le dijese lo que sentía, no.... después de todo estaba con Anna Kyouyama, la mujer de hielo, la sacerdotisa fría y sin corazón.... la misma de la que se enamoró, la única a la que entregó su amor.
Buscó los labios de la rubia hasta encontrarlos en un beso profundo que los dejó sin aliento.
Y en medio de tantas palabras de amor, Len seguía procurándole placer a su Anna; su pene seguía enterrado en su vagina, y sus caderas se mecían incontrolables.
Anna levantó un poco el cuerpo hasta arquear la cintura, haciendo que el miembro masculino se adentrara aun más en su cuerpo. Elevó sus blancas piernas al aire, flexionándolas al rededor de la cintura del muchacho, manteniéndolo ahí, sobre ella.... dentro de ella.
Al sentirlo, la joven itako lanzó un gemido de placer; guiando el rostro de su amante hasta la altura de sus senos, los mismo que Tao comenzó a recorrer con pasión y deseos, mientras sentía como las manos de la itako le acariciaban tiernamente la espalda.
Con un inesperado movimiento, Anna giró hasta quedar sobre el joven chino, comenzando a mover rítmicamente, de adelante hacia atrás, sus caderas.
* No sé porque me atreví a hacer esto contigo. *
Sus palabras delataban cuán temerosa y confundida estuvo.
Pero ahora, totalmente entregada al placer carnal, gemía incontrolable, moviendo las caderas más rápido hasta alcanzar un fuerte orgasmo, orgasmo que la hizo dejarse caer sobre el cuerpo de Len Tao.
Tembló entera mientras su vagina se contraía de tal modo que aprisionaba deliciosamente el pene del hombre que la poseía.
El shaman la miro con lujuria; ese blanco y hermoso cuerpo resplandecía por el sudor, el rojo en sus mejillas, su alborotado cabello rubio y sus dulces labios entreabiertos para no dejar de gemir.... todo en ella lo excitaba.
* Ohhh, Len.... *
Agradecida y satisfecha, la itako se abrazó a él, llenándolo de apasionados y profundos besos. Continuó moviéndose de arriba hacia abajo, buscando obtener otro orgasmo.
No podía apartar la mirada de los ojos color ámbar que la habían enamorado, esos ojos en los que tanto le gustaba verse reflejada porque dicho reflejo brillaba y desbordaba ternura, amor....
* Te gusta, amor?. *
* ¿Gustarme?. Oh, Len, adoro hacer el amor contigo.... te quiero tanto. *
El chico Tao mostró un amplia sonrisa ante las palabras de su amante.
Abrazándola con fuerza y sin dejar de penetrar aquel bello cuerpo que ya le pertenecía, mordió lujuriosamente la oreja izquierda de la rubia.
El shaman dejó que el placer lo venciera por completo; emitiendo roncos gemidos de gozo, con fuerza cerró los ojos mientras un orgasmo invadía su cansado cuerpo, permitiendo que su esperma desembocase en la vagina de su Anna.
* ¡E-eso fue.... eso fue maravilloso!. *
Las voz de la sacerdotisa sonaba agitada.
Ella aun permanecía aferrada a él sin pretender soltarlo.... ya no, nunca más.
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Se relajaron juntos.
Anna agradecida porque, a pesar de su marido, él había sido el primer hombre realmente, aquel con el que todas las mujeres sueñan. Tierno, romántico, cuidadoso, detallista y tan dedicado en la cama.... no podía negarlo, se había enamorado de él. ¿Cómo no hacerlo?, si le hacia tan feliz.
* Anna.... * _La llamó mientras acariciaba la suave piel de su espalda._ * .... ven conmigo a China. ¡Casémonos!. *
* ¿Casarnos?, pero Yoh?.... *
El muchacho la estrechó con fuerza al sentirla dudar.
Es cierto, Yoh era un problema, pero ese matrimonio podía ser anulado. Además, él la amaba tanto y sabia que ella también. Sin embargo, la sacerdotisa se hallaba sin saber que hacer, que pensar, que responder.
Irse con él era lo único bueno que podía hacer; casarse con él... lo que más deseaba.
Pero a su mente vino ese traidor, la sombra del heredero Asakura la estaba agobiando, pero no iba a dejar que la felicidad y el hombre al que amaba se le fuesen de las manos por la maldita sombra del que siempre la hacia sufrir, de Yoh. Así que, tomó una decisión...
Se acurrucó sobre el musculoso pecho del shaman, suspirando profundamente por lo que venia...
* Vamonos de aquí, Len... quiero ir a donde tu vayas. *
La felicidad en los ojos del joven Tao parecía no poder ser más grande. Al fin la tendría de forma completa, solo para él.
Pero lo más importante, se encargaría de hacerla feliz, que nada le faltase y tuviese todo cuanto deseara... que sus hermosos ojos negros no vuelvan a derramar una sola lagrima, porque él... la ama de verdad.