Por:
Maeda Ai
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.:: Capítulo 4 ::.
“Estaré a tu lado... porque te amo”
Contemplaba la oscuridad del paisaje, tranquila desde la ventana de la lujosa habitación, una recamara bastante grande aun para ser ocupada por dos personas, llena de lujos y comodidades....
“Perfecta para mi, me gusta”.
Calificaba mentalmente una joven mujer.
Adentro todo era quietud, afuera.... oscuridad.
Claro, los Tao vivían bajo las sombras en China, lejos de las modernidades actuales y los incrédulos humanos.
Le pareció divertido pensar que Hao viviría feliz en ese lugar. Fue solo un pensamiento cualquiera.
* Lo siento mucho pero este es mi mundo, Anna. Si no te gusta, yo puedo.... *
* Me agrada porque es tranquilo, me gusta.... porque estás tú. *
El shaman la miró sorprendido para luego dibujar una irónica sonrisa en su atractivo rostro.
Entró a la recamara sin hacer el más mínimo ruido y al verla tan atenta observando la simpleza del paisaje con esa expresión tan seria, creyó que le disgustaba el lugar.
“¡Que tonto, estúpido!”.
Pensó para si.
Esa mujer no dejaba de sorprenderlo, cuando creía que conocía todo de ella, pasaba algo que le hacia ver que estaba muy lejos de lograr aquello.
Se acercó a la chica, sin despegar sus dorados ojos de aquella delgada silueta, tan perfecta, tan apetecible. De forma posesiva, la estrechó entre sus fuertes brazos, de aquella forma que le encantaba a la rubia pues la hacia sentir deseada con locura.
Sus labios fueron tomados en un suave y pausado beso, un beso que le hizo recordar cuan cómoda se sentía en este país, en este lugar.
Apenas llegó, fue recibida calurosamente por Jun, pero lo que en verdad no esperaba era que los padres de su actual pareja la aceptaran sin mostrar desacuerdo, todo lo contrario....
“ Me complace que mi hijo Len eligiese una chica que además de poseer tremendo poder espiritual, sea tan hermosa. “
Esas habían sido las exactas palabras del, aun, líder de la dinastía, En Tao.
La itako no podía negar que dichas palabras y el total respeto para con ella la tranquilizaron. Temió tanto que la familia Tao no la aceptase por haber estado casada con otro hombre y más aun, con un Asakura, que para colmo derrotó a Len tiempo atrás.
Bueno, aun estaba casada con Yoh, pero pronto ese matrimonio sería anulado.
* ¿Has tenido noticias de tu sensei?. *
Preguntó el chico Tao, mientras abandonaba los labios de la sacerdotisa y se dedicaba a recorrerle el cuello con lujuria, pero con suavidad.
* Ella se ha encargado de todo, mi matrimonio quedara disuelto en un par de semanas. *
_Le dijo la rubia, entrecerrando los ojos gracias a los escalofríos que el muchacho provocaba en ella._
* Yoh se opuso rotundamente, pero Kino lo puso en su lugar. *
* Ah!, si?... ¿y por qué no lo hizo antes?. *
Era claro el reproche de Len, y es que lo enfurecía el solo recordar que el estúpido de su amigo engañase a tan hermosa mujer, la que ahora era suya.
La misma que ahora gemía de placer bajo los descarados besos que Tao no había dejado de plasmar en su cuello y ahora sobre su rostro.
La respuesta a la pregunta del muchacho era simple, la anciana creía que Anna era la que debía arreglar ese asunto con su nieto, si la itako no movía un solo dedo, ella tampoco; ese era un asunto entre ellos dos y Kino solo intervendría si la rubia se lo pedía o daba el primer paso.
Así que cuando Anna abandonó al Asakura, e Yoh le pidió ayuda a los ancianos, fue entonces que la abuela obligó a su nieto a dejar a esa mujer en paz.
“ ¿Todavía te atreves a exigir que vuelva a tu lado?... ¡ madura, Yoh !. “
Habían sido las palabras de Kino Asakura.
* De cualquier forma debieron intervenir mucho antes, darte tu lugar. *
* Tal vez, pero solo querían que yo diera el primer paso. *
Anna se aferró al cuello del shaman mientras este volvía a posar sus labios sobre los suyos, introduciendo su lengua en la cálida boca de la sacerdotisa; no quería escuchar más sobre ese tema. Pronto Anna sería totalmente suya y eso era algo que debían celebrar.
Sin que la itako se lo esperase, Len la sostuvo entre sus brazos, recostándola con suavidad sobre la cama, ese lecho que compartían desde no hace mucho tiempo.
Se separó ligeramente de ella para admirarla con detenimiento, con devoción. Esa mujer era hermosa, la más bella de todas las que haya visto, todo en ella le gustaba.... su cuerpo, su poder, su inteligencia, su carácter frío y cruel.
“ ¡ Perfecta !, no hay otra palabra. “
Pensó Tao, aceptando que por ella podría ser capaz de cualquier cosa.
Acomodó un par de mechones de rubio cabello que, traviesos, cubrían ligeramente el rostro de la chica. Las miradas de ambos se cruzaron, incapaces de romper con aquel magnetismo.
Ansioso, Len desabotonaba el vestido chino que lucía su amante; era de esperarse. La pasión y la lujuria lo llevaron a despojarla con habilidad y rapidez de la estorbosa prenda; su trabajo tuvo su recompensa, Anna no llevaba sostén bajo las ropas....
* Es más cómodo. *
Len solo sonrió con lujuria.
Esa mujer era el mismísimo diablo y aun así, la deseaba.
“ Quizá sea porque, después de todo, tiene sentimientos. “
Pensaba el chino poco antes de aventurarse a probar la piel de una itako ahora solo cubierta por las pantaletas.
Con besos cortos al principio y más intensos y profundos después, succionaba la delicada piel de su cuello hasta casi hacerle daño, Len reclamaba a esa mujer como suya. Así era Len Tao, apasionado e intenso.
Suaves gemidos amenazaron con llenar la habitación mientras el shaman deslizaba sus labios hasta los apetitosos senos de la sacerdotisa, contemplándolos por apenas unos cuantos segundos, se lanzó a probarlos. Con besos cortos, como saboreándolos, luego, ya loco de deseo, con más intensidad; los lamía haciendo suspirar a su compañera, succionaba los pequeños pezones arrancándole pequeños gritos de placer a la rubia, quien, complacida, lo sujetaba de la cabeza, reteniéndolo ahí, acariciando sus cabellos.
La excitación era tanta, que Len mordió suavemente los erectos pezones femeninos, Anna, complacida, arqueó la espalda echando la cabeza hacia atrás, permitiendo que el muchacho degustase de sus encantos a su entero gusto.
* Oh, Len... e-eres, eres un perverso. *
Kyouyama jadeaba, pronunciando entrecortadas palabras; sabía que si él se lo proponía, podía hacerla llegar al orgasmo tan solo saboreando sus senos.
Tao solo sonrió volviendo a besar tranquilamente ese par de pechos tan hermosos, simulando a un pequeño niño siendo amamantado, mientras se aferraba a la estrecha cintura de la itako y esta, mirándolo embelesada con un intenso carmesí adornando sus mejillas, sin mencionar el brillo intenso en sus entrecerrados ojos negros.
Sosteniéndola aun por la cintura, Len la recostó con sumo cuidado, por ahora, probar sus senos dejó de serle suficiente y mirándola directo a los ojos mientras una sonrisa traviesa y lujuriosa atravesaba su rostro, deslizó su mano derecha por la cálida piel de la sacerdotisa, quien cerró los ojos cuando la mano del shaman se posó sobre su intimidad, primero por encima de la tela de la ropa interior, después de forma directa cuando la prenda fuera arrancada con un leve tirón.
* Sé que esto te va a gustar. *
Le susurró el muchacho, posado encima de ella mientras exploraba el sexo femenino, acariciando el clítoris con tranquilidad tal que Anna hacia esfuerzos sobre humanos para que la intensa excitación no la hiciese tener un orgasmo tan espontáneo del que no disfrutaría plenamente.
Respiraba con agitación sin poder apartar la mirada de aquel hombre cuyas caricias la hacían llegar al cielo y caer de nuevo a la tierra en un ciclo interminable de placer.
Más tuvo que contener la respiración, Tao, totalmente envuelto en lujuria, introdujo los dedos medio e índice, disfrutando de la húmeda vagina de su amante.
* Oh!, Len.... *
Kyouyama tuvo que morderse el labio inferior, manteniendo los ojos errados; la forma en que el shaman la poseía era tan intensa y apasionada que con frecuencia la hacia tener más de un par de orgasmos, y justamente en ese momento una oleada de placer, producto del constante entrar y salir de los dedos de Len, recorría su sensible cuerpo por completo; experimentaba un intenso orgasmo que la hizo arquear la espalda, sintiendo como los dedos del muchacho se adentraban más en ella. Su vagina se contraía por el gozo mientras dulces gemidos inundaban la recamara de la pareja.
Agitada, la itako volvió a recostarse sobre la cama, sintiendo aun como en shaman se divertía explorando su intimidad.
* Lo ves, Anna, yo sé lo que te gusta. *
Las palabras del joven chino no podían ser más ciertas y el tono de satisfacción con que las dijo solo logró encender las mejillas de la sacerdotisa.
* Ah, si?, pues yo también se hacer un par de cosas que a ti, mi querido Len, te encantan.... *
Con la expresión fría y la voz firme, la rubia se arrodilló sobre la cama, empujando a Tao hacia atrás para posarse sobre él. Una sonrisa llena de malicia adornó su hermoso rostro provocando que el chico tragara saliva. Conocía esa expresión, Anna pretendía torturarlo en serio.
Sin esperar más, la joven despojó a su compañero de toda la ropa que aun cubría su musculoso cuerpo, mostrándose ante ella el erecto pene del muchacho, la herramienta sexual que tanto la hacia gozar y gritar de inmenso y exquisito placer.
Besó los labios de su amado, deslizándose poco a poco a través de su cuerpo, marcando un delicado camino de besos y caricias, así, hasta tener frente a ella el miembro del muchacho.
Ambos amantes pasaron la lengua al rededor de sus bocas, como saboreando el momento, Len por el placer que vendría y Anna por la delicia que estaba a punto de probar.
Atrevida, la itako besó la punta de la espina varonil, lamiendo posteriormente la longitud de aquel pedazo de carne.
* A-Anna, eres, eres maravillosa... *
Tao acariciaba el rubio cabello de la mujer mientras sonoros y entrecortados gemidos existían en la habitación.
El shaman no pudo evitar arquearse cuando la joven comenzó a degustar de su hombría, introduciendo esta en su boca y además acariciando ese par de esferas que descansaban bajo su pene.
Kyouyama era una experta que lo torturaba con las intensas caricias y los apasionados besos, pero esto era demasiado para él; Len apretaba los dientes para soportar tanto gozo, la chica no se cansaba de deslizar la lengua por su miembro, ni de abrazar este con sus dulces labios.
“ ¡ Va a matarme de placer !. “
Pensó el shaman, ya casi sin poder contenerse.
Justo cuando el joven Tao creía que no iba a poder controlar más su excitación, la sacerdotisa se detuvo, obligándolo a suspirar hondamente y jalar aire, respirando con agitación.
Jaló con suavidad a la itako, haciéndola perder el equilibrio y caer sobre su pecho.
* Eres perversa. *
Len la abrazaba con fuerza como no queriendo soltarla nunca más, mientras Anna escuchaba la agitada respiración de su compañero; sonriendo para si, se abrazó suavemente al cuerpo del hombre que la ha hecho plenamente feliz, cumpliendo su promesa.
* ¿No crees que es hora de hacer el amor?. *
* Creí que eso era lo que estábamos haciendo. *
* Si, pero... me refiero a lo más emocionante, lo más intenso que hacemos al estar sobre una cama. *
* Desesperado. *
Lo llamó Anna. Len solo sonrió ante la correcta descripción que su amante hacia de él.
Aun abrazándola, la recostó sobre la cama, llenándola de besos y susurros de amor. Embelesado, la miró a los ojos, sus lindas gemas negras brillaban intensamente, como pidiéndole continuar... y lo hizo.
Con lentitud y cuidado, guió su hombría hasta la entrada de la cavidad femenina, acariciando la intimidad de la joven con la punta de su pene, acción que los excitó todavía más a ambos.
La itako soltó sutiles gemidos que volaban por el aire, gemidos que se transformaron en jadeos y poco después en gritos conforme la espina varonil se enterraba en su sexo.
* Oh, Len... Leeennnn !!!... *
La expresión en el rostro de Anna era de pleno gozo, estaba tan excitada y lo único que quería era que el shaman la penetrara por completo, pero en cambio, el chico Tao se deslizaba tranquilamente en ella, torturándola con la paciencia con que manejaba todo esto.
Una leve embestida los hizo jalar aire a los dos; Anna sintió como su compañero llegaba hasta el fondo de su intimidad; se sentía sofocada, completamente llena y sin desear que esto terminase. Con un movimiento inesperado, la sacerdotisa se sentó sobre su amante, tomando el rostro de este entre sus suaves manos.
* Te quiero tanto. *
Le dijo para luego llenarlo de besos.
Sus labios recorrieron cariñosamente el rostro del muchacho, mientras las caderas de ambos amantes subían y bajaban al compás de la pasión y el ferviente deseo de unir sus cuerpos.
Las penetraciones se tornaron más rápidas y fuertes, obligando a la itako a aferrarse al shaman, quien se dedicó a saborear nuevamente las obras de arte que Anna tenia por senos, aquel par de suaves formas que simplemente lo volvían loco.
Len sujetó a la chica por la cintura, marcando el ritmo de la penetración, observando como con movimientos propios, ella sola hacia que el miembro masculino entrara a su vagina mientras el interesante subir y bajar de los pechos femeninos lo idiotizaba por completo, como si lo hipnotizaran con un baile lleno de lujuria y amor.
* A-Anna... ¿te he dicho, lo, lo hermosa q-que eres?... *
* Si, muchas veces. *
La itako se aferró a él nuevamente, sin ser capaz de reprimir los gritos que escapaban de su boca y resonaban por toda la habitación; sus mejillas teñidas en rojo y sus ojos fuertemente cerrados delataban lo mucho que la rubia disfrutaba de esto.
Entonces lo sintió venir, un delicioso orgasmo que la hizo detenerse en seco y arquear la espalda, entregándose completamente a este hombre que la había salvado de morir de dolor y soledad.
El gemido más largo y sonoro tomó el nombre del futuro líder de la dinastía, quien ya fuera de si, seguía penetrando a la mujer, más las embestidas que en un principio fueron lentas y suaves ahora eran fuertes, profundas y rápidas.
Estaba loco por ella y al estar totalmente poseído por la lujuria y el placer lo demostraba claramente.
Pronto, el chico no fue capaz de prolongar las intensas y exquisitas sensaciones que el cuerpo de Anna le brindaba.
Con los ojos ámbar clavados en la figura femenina, apretó fuertemente los dientes, permitiendo que el orgasmo recorriese su cuerpo, haciéndolo temblar y derramar su liquido dentro del cuerpo de esa mujer a la que tanto amaba.
Cansados, rompieron la unión de sus cuerpos y se recostaron sobre las arrugadas y mojadas sabanas.
* ¿Te gustó, Anna?. *
Preguntó el shaman, haciendo a un lado unos cuantos mechones de rubio cabello que, por la humedad, se adhirieron a las mejillas de su chica.
Ella respiraba agitada, su pecho subiendo y bajando rápidamente; cerró los ojos disfrutando de las caricias de su amante y los besos que este hacia llover sobre su bello rostro.
¿Gustarle?. No importaba cuantas veces se acostase con este hombre, siempre era una experiencia inolvidable, única e incomparable. Él la hacia sentir plena, feliz.... a su lado y entre sus brazos se sabía deseada, añorada, pero sobretodo....amada.
Pero más que palabras, fue un suave y tranquilo beso que depositó sobre los labios del muchacho, su respuesta.
Aun agitada por el esfuerzo físico, se refugió en los fuertes brazos de su compañero.
* Pronto podremos hacer esto sin leyes o mandatos que nos lo impidan. *
* ¿Importan mucho realmente esos impedimentos que mencionas?. *
Un susurró llegó al oído de la joven quien se separó ligeramente de Len para encontrarse con esa dura y calculadora mirada que tanto lo caracterizaba. Pero en dicha expresión también se hallaba el intenso brillar de sus dorados ojos.
Se sonrojó; cuando Tao la miraba de esa forma, Anna tenía la sensación de que leía su alma.
* Porque a mi no importan en lo más mínimo. *
_Le dijo, acariciando las mejillas de la chica._
* Y sabes por qué?. *
Ella negó levemente con la cabeza. A decir verdad había muchas cosas que desconocía de él.....
“Y que quiero descubrir”.
Pensaba la rubia.
* Porque yo te amo de verdad. Por ti soy y seré un pecador, un traidor que le arrebató su esposa a un amigo; carcelero y prisionero de este amor que me ha orillado a hacer cosas de las que no me creí capaz. Anna... aunque tu matrimonio con Yoh nunca pudiese disolverse, aun así yo estaré a tu lado. *
* Len... ai shirteru. *
Él solo guardó silencio; lo sabía.... la conocía y ella era el tipo de mujer que amaba sin esperar nada más.
“Tan maravillosa, tan mía”.
El pensamiento abrazó cálidamente el corazón del shaman.
Len besó suavemente los labios de la mujer y luego se recostó al lado suyo, abrazándola delicadamente mientras ambos se embriagaban con el aroma del otro.
Feliz entre los brazos del joven chino, Anna no tardó en quedarse dormida y Len Tao cerraba lentamente los ojos para acompañar a su amada al mundo de los sueños.
Agradecía a Kami por ser quien tuviese el amor de la hermosa itako.
Tenía tantos planes de vida junto a ella, una familia, hacerla feliz y estar juntos hasta que la vida se les acabase.
Ahora, por fin, por primera vez en su vida, el muchacho era realmente feliz, ama y lo aman.
Además, nunca le haría daño alguno a Anna, ni físico ni sentimentalmente, y todo por una simple y sencilla razón....
* Porque yo te amo de verdad, Anna. *