||   LA PRUEBA DE MI AMOR POR TI   ||



     Por: Maeda Ai
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NOTA:
La siguiente trama fue escrita especialmente para el fanfiction: “El invierno que te fuiste”, de Asuka Ishida.
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Entró silenciosamente a la oscura habitación.
Si ponía atención incluso podía escuchar los ronquidos de Yoh, allá, a un par de habitaciones después de la suya. Eran al rededor de las 11:00 p.m., era obvio que el muy holgazán ya estuviese en su quinto sueño.
No quiso llegar antes para no tener que enfrentarlo; si la hubiese visto, su prometido le hubiese pedido que le explicara el porque de su empapado cuerpo.


* Mi prometido.... *


Entonces, con tristeza en las palabras, Anna Kyouyama recordó el motivo de su retraso, recordó todo....
Ahí estaba él, con esa cálida y estúpida sonrisa que la había enamorado. Él estaba comprometido y aun así la abrazó y la besó.


* De cualquier forma no me importa, yo también estoy comprometida, tengo a Yoh y voy a casarme con él.... *


Se dijo a si misma mientras se despojaba de su negro vestido para luego cubrir su blanca piel con la yukata.

Se recostó de mala gana. Con cada excusa, con cada mentira, con cada palabra que el ainú pronunció se fue formando un nudo en su garganta.


* De verdad creí que me amabas.... ¿por qué me mentiste Horo Horo?. *


La voz de la itako era apenas un débil susurro que desapareció en el aire de la habitación.

Valientes lagrimas mojaron sus mejillas mientras su fría mirada se volvía distante, vacía. Esa triste mirada que se mantenía fija en la puerta de la recamara, esa puerta que.... no recordaba haber cerrado.
había llegado hecha una furia, tanto que entró sin la menor preocupación por cerrarla, pero....


De pronto una presencia inundó sus sentidos, obligándola a posar sus negros ojos en un rincón de la recamara. El peliazul se hallaba ahí, resguardado en las sombras; expectante, callado.... dolido.


* ¿Cómo te atreves?.... *


Anna abandonó el futon acercándose rápidamente al shaman de hielo, ese hombre al que amaba, el hombre que la había engañado y al que ahora le dedicaba una mirada llena de dolor y desprecio.


* Déjame explicarte, yo no.... *


* No quiero escucharte. ¿Cómo se te ocurre venir aquí después de lo que me hiciste?, además, si Yoh te ve aquí no sé co.... *


No, no.... eso era lo que menos le interesaba ahora.
Horo Horo quería arreglar las cosas, no podía soportar el desprecio de la itako, su rechazo. Y si esta llegaba a odiarlo simplemente se moriría de dolor.... así que dejó que sus manos se abrieran camino hasta las suaves mejillas de la sacerdotisa, esas lindas mejillas que se encendieron en rojo al sentir las caricias del shaman.


Anna estaba tan confundida, quería odiarlo, culparlo, pero no podía; con un solo toque de sus varoniles manos la hizo estremecer.... lo quería, lo amaba tanto.


* ¿Cómo hago para demostrarte que tú eres la única mujer en mi corazón?. Anna, yo solo te amo a ti.... *


* N-no, no, ya no te creo, yo... achuu... *


Un débil estornudo no dejó que la rubia terminase de hablar.
Era cierto, la copiosa lluvia cayó sobre ella durante varias horas, su largo cabello aun estaba mojado.


* Mira nada más, por mi culpa te resfriaste. *


Las palabras del shaman eran tan suaves y venían cargadas con un pesado aire de culpabilidad.

Horo dejó que sus brazos se aventuraran a rodear la estrecha cintura de la itako, quien se estremeció y quedó totalmente inmóvil con la repentina cercanía del hombre que amaba.


Sus miradas se cruzaron sin poder romper ese intenso contacto visual. Y entre caricias y susurros de amor, Horo Horo logró posar sus labios sobre los de Anna, degustando el sabor que la dulce boca de la itako tenia para él.
Cuando los labios de Kyouyama le correspondieron sin poderlo evitar, el ainú supo en que forma iba a demostrarle cuán profundos y sinceros eran sus sentimientos.
La deseaba como loco, lo único que pensaba en ese momento era en hacerle el amor, y era justamente lo que haría....


Su deseo por ella lo llevó a profundizar los besos y a recorrer las exquisitas curvas de ese frágil cuerpo. Lo único que lo separaba de la suave piel de Anna era la yukata que ella se había puesto pocos momentos atrás.
Sin darle tiempo de reaccionar, el peliazul deshizo el nudo que mantenía fija la prenda, deslizándola fuera de los fríos hombros de la mujer.
La sacerdotisa rápidamente sujetó la yukata, impidiendo su desnudes; tenia dudas, tenia miedo.... y si él se iba y la dejaba aun después de esto, no!!.... no podría soportarlo.


* Horo Horo, yo no.... *


* Shhuuu... te dije que mis sentimientos por ti eran sinceros, quiero demostrártelo. Ayúdame a que este amor se mantenga vivo. *


Ante las dulces palabras del shaman, Anna ya no pudo resistirse más y terminó por permitir que el joven la despojase de la yukata, dejando que ésta cayese al suelo. Entonces, Usui pudo admirar cada una de las finas curvas que delineaban aquel hermoso cuerpo de mujer.

Su mirada se concentró sobre los suaves senos de una sacerdotisa que se ruborizó sobremanera al ser objeto de la atenta y pesada mirada del muchacho, el mismo que tomó el rostro de la itako entre sus manos, posando sus apasionados labios sobre los de Anna, a quien no dejó de besar un solo instante.


El deseo lo llevó a que cada una de sus manos descansara sobre los pechos de la rubia. Al tacto suave y cálido de la piel femenina, Horo Horo se olvidó de todo aquello que no fuese la linda mujer.
La temperatura de su cuerpo aumentó rápidamente y el shaman terminó por deshacerse de sus estorbosas ropas.
Los dos estaban desnudos; sin dejar de mirarse y besarse mutuamente, caminaron hasta el futon, recostándose sobre su lecho de amor.

Horo comenzó besándola de forma tranquila en los labios, bajando lentamente mientras sus labios recorrían la pálida piel de la itako.


Exploró con ansias el cuello de la chica y siguió bajando hasta llegar a los pechos femeninos. El chico alzó la mirada buscando los lindos ojos de su amada, como pidiendo su aprobación, su permiso. Anna no dijo palabra alguna, lo deseaba tanto como él, lo amaba, en verdad quería estar con el shaman de hielo, pero las palabras no salían, la voz le falló.


Al no tener más respuesta que la excitada mirada de la rubia, el peliazul dejó que sus labios probasen los senos de Anna, quien cerró fuertemente los ojos al sentirlo besar una parte tan sensible de su cuerpo.
La caricia de su boca era lenta, tierna; el muchacho solo buscaba el placer para su amada itako.


Pasaron los segundos y el shaman volvió a besar los entreabiertos labios de la sacerdotisa, introduciendo suave y lentamente su lengua, y conforme tomaba más confianza, con deseo y desesperación.
Kyouyama le correspondía, se había olvidado de todo y lo único que deseaba en ese momento de pasión era pertenecerle al apuesto chico de Hokkaido.

El joven ainú se detuvo un instante, quería contemplar el bello rostro de Anna, esas lindas mejillas encendidas en rojo, sus místicos ojos negros en los que podía verse reflejado y la agitada respiración que sus besos y caricias le provocaron.


* Horo Horo.... * _Lo llamó, apretando fuertemente las sábanas._ * Ya no puedo más, por favor.... *


Lo último fue apenas un susurro que llegó a los oídos del shaman de hielo, quien suspiró profundamente, como preparándose para lo que pronto sucedería.
Con sumo cuidado la sujetó de la cintura y la recostó sobre el futon donde se suponía que dormirían más tarde; cubriéndose a ambos con un par de colchas, aunque seguramente necesitaría más que eso para acallar un poco los sonidos de amor que vendrían.

El peliazul solo deseaba no arruinar este momento tan especial; la primera experiencia para ambos; en verdad no quería que fuera de otra manera, ni con otra mujer.


Se fundieron en un nuevo beso, mientras el joven shaman dirigía su hombría a la intimidad de su amada.
Joven inexperto, lentamente se abrió paso, dejando que su instinto se hiciese cargo de casi toda la situación; deslizándose hacia adentro tan suavemente que la itako gimió agradada, tan feliz que solo palabras de amor eran las que podían emerger de sus húmedos labios.


* Anhele tanto el ser tuya. *


Las palabras de Anna no podían hacerlo sentir más dichoso.

Las piernas de la sacerdotisa rodearon el cuerpo del shaman, provocando mayor fricción entre ambos sexos. A cada embestida, a cada centímetro que el peliazul lograba entrar en ella, gemidos callados escapan de los labios de la rubia.
Era un avance suave y placentero, siempre acompañado por el pequeño juego que ambas lenguas habían desatado en su afán de sentir un poco más de placer.

Hasta que hubo un momento en que su miembro encontró cierta resistencia a su lento avance.


* Anna, aun podemos dar marcha atrás, yo.... *


* NO!!... Ya te lo dije, quiero ser tuya, solo tuya. *


Ante la respuesta de su amada, una tierna sonrisa se dibujó en el rostro del ainú, quien empujó tan suave como pudo, deseando que esto sucediera de la forma más rápida posible.
Al forzar su hombría rompió la barrera de la virginidad de la joven cuya única reacción fue esconder su hermoso rostro en el pecho del shaman, ocultando las atrevidas lagrimas que de sus ojos escaparon.
La había lastimado, sabia que era inevitable pero aun así le dolió en el alma el sufrimiento de su chica, como si cada sollozo de la itako fuese una daga que se incrustaba en su corazón.


El dolor se desvaneció poco a poco, permitiendo que la sacerdotisa se acostumbrase a aquel “intruso” dentro de su cuerpo. Luego, la felicidad vino de la mano del placer, placer que recorrió cada célula de ambos cuerpos.


* Ho... Horo Horo, yo... Ai shiteru. *


La voz de la itako fue un sutil murmullo que se perdió en el aire; esa voz que siempre se escuchaba fría e indiferente ahora era dulce y cariñosa. Su mirada también había cambiado, se había vuelto suave; estaba embelesada... por él, solo por él.


La sonrisa estampada en el rostro del shaman era distinta a la que normalmente mostraba, era un sonrisa llena de satisfacción y gozo, llena de amor... Anna se le estaba entregando por completo, acompañándolo en esa danza que solo pueden disfrutar los amantes que están unidos por un mismo sentimiento. La máxima expresión de amor sobre la tierra.

Kyouyama mantenía los ojos abiertos a duras penas, no podía dejar de jadear y el verbo amar parecía ser el único que podía utilizar entre cada suspiro. Por su parte, el peliazul se encontraba feliz dentro del cuerpo de su amante.


Los movimientos se volvieron más lentos y suaves; un deseo tranquilo los llevó a disfrutar de cada roce, cada caricia y cada beso mientras sus cuerpos, bañados en sudor, brillaban con la luz de la curiosa luna que se asomaba por la ventana.
La forma en que Horo entraba en ella era tan lenta y cuidadosa que Anna se sintió en las nubes, y para el ainú, el simple hecho de ser el primero en tenerla de esa forma lo hizo quererla todavía más; que la itako se le estuviese entregando de ese modo significaba que ella en verdad lo amaba y mucho.


Horo Horo entraba y salía de aquel cuerpo en un ciclo constante que aumentaba el gozo en cada roce entre sus sexos.
Los gemidos que hasta ahora fueron reprimidos, escaparon de la boca de Kyouyama de forma tan intensa que Horo tuvo que sellar los labios de la chica con los propios, callándola dulcemente con profundos besos.


* No querrás que nos escuchen, ¿verdad?. *


* Creo que no, pero lo único que me importa ahora eres tú.... solo tú. *


El shaman sonrió ante las palabras de la itako, depositando un corto y tierno beso sobre los labios femeninos; descansando la cabeza en el hombro de la rubia.


Con el pasar de los minutos, el avance al interior del cuerpo femenino se tornó casi desesperado.
Todo estaba sucediendo tan rápido y a pesar de ello, Anna disfrutaba de estas sensaciones que la sofocaban cada vez más. Se aferró al cuerpo de su amante cuando su propio cuerpo tembló ante el incontrolable placer que la había invadido. Era el punto máximo de gozo, un esperado orgasmo que la obligó a jalar más aire desesperadamente para resistir.
Quedando totalmente agotada y sorprendida, la joven respiró agitada después de experimentar una sensación tan hermosa e intensa; nunca había sentido nada igual.


En tanto, Usui seguía entrando en ella; manteniendo los labios entreabiertos debido a los constantes gemidos que le dificultaban incluso el respirar.

Mientras sus caderas aun se mecían de forma desesperada, llegó un momento en que las penetraciones se volvieron intensas. Horo Horo llegó a la cima del placer; sus ojos se tornaron descoloridos por la sorpresa y el gozo indescriptible de un orgasmo que recorrió su cuerpo, haciéndolo gemir agradado y satisfecho.


Ambos yacían sobre el futon; sus cuerpos empapados por el sudor y con respiración agitada.
Aun no deshacían la unión de sus cuerpos, querían mantener ese momento, esa sensación de sentirse completos tan solo un poco más.
Anna acariciaba el azulado cabello del hombre cuyo cuerpo descansaba sobre el suyo; desnudos, sin deseo de cubrirse.


Por ahora las palabras poco falta hacían, solo sus respiraciones y el latir de ambos corazones se escuchaban en la habitación, y si ponían un poco de atención.... también los ronquidos del Shaman King.
La pareja rió divertida con tal sonido, no por burla, era solo que se habían olvidado por completo de él. Yoh debía tener un sueño muy profundo como para no haber escuchado algunos de los sonidos que hubo en esa habitación.


Más la expresión fría y seria de la itako volvió a su rostro.
Un pensamiento la incomodaba y le impedía disfrutar de la compañía y el amor de Usui.


* ¿Qué vamos a hacer?... no podremos ocultarlo por siempre. *


Preguntó la itako con incertidumbre en sus palabras.
El shaman de hielo abandonó el frágil cuerpo de su amada. Luego la abrazó por la cintura, cubriendo a ambos con una sabana. Anna solo se acurrucó en el perfecto torso del ainú que se entretenía acariciando tranquilamente sus largos y rubios cabellos.


* No, no quiero pensar en eso ahora. . . dejémoslo para después y pensemos solo en nosotros. *


La sacerdotisa sonrió mientras cerraba los ojos y se abrazaba con más fuerza al dueño de su corazón.
El dolor que sintiera al enterarse del compromiso del ainú, se desvaneció después de su prueba de amor... hacer el amor con él. La felicidad abrazó su frío corazón; amaba y la amaban.


* Te amo tanto... Anna.*


Fue lo último que Horo Horo susurrase al oído de su Anna.
El cansancio terminó por vencer a la itako, esa bella mujer que yacía dormida entre los brazos del shaman del norte.

Ahora más que nunca amaba a esa maravillosa y perfecta mujer; no iba a renunciar a ella, y mucho menos por un tonto compromiso con el que no estaba de acuerdo.


No hubo una sola noche de tranquilidad para él desde que, por su compromiso, tuvo que alejarse de Anna, más sabia que ésta vez seria distinto.
Poco tardó en cerrar los ojos, esperando tener el mismo sueño de todas las noches desde que se enamoró de la sacerdotisa.... hacerle el amor a la dueña de su corazón.... itako no Anna.



* Gracias a Kami, ese ha dejado de ser un simple sueño.*



Finalizado.

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Horo Horo & Anna... amo como se ven juntos ^//^.
La trama anterior fue especialmente escrita para el fanfiction: “El invierno que te fuiste”, de Asuka Ishida.

No escribo fanfictions a petición, pero yo ADORO la pareja que forman Horo Horo & Anna, además para mi fue un placer contribuir con la historia de mi amiga Asuka, y de paso, fomentar un poquito esta pareja tan... opuesta. -Las parejas opuestas son las mejores ^0^-.

-I love HOROxANNA-

~*~

Este fanfiction fue escrito por Maeda Ai.

Es material de Fallen Angel

Si llegan a encontrar una historia similar a esta (con los mismos diálogos y situaciones), o con el nombre de otro autor(a), será sin mi consentimiento y por tanto un engaño.

POR FAVOR, NO ROBEN MIS IDEAS Y/O FANFICTIONS.


Totalizado el 5 de Julio de 2004.


maeda-ai@hotmail.com
La dama del Hentai: Maeda Ai.


Por razones de tiempo...

NO escribo:
Continuaciones de fanfictions.
Fanfictions a petición.
Crossovers.

-- No presto mis Fanfictions. --

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