Por:
Maeda Ai
. . . . . . . . . . .
.:: Capítulo 5 ::.
“Lo maravilloso de estar a su lado”
Horo Horo permanecía sentado frente a la mesa; sus ojos seguían con sumo detalle cada uno de los movimientos de la rubia.
Ella estaba cocinando. . . . para él.
No podía negar que se sorprendió como nunca cuando bajó a la cocina y se encontró con una Anna que preparaba el desayuno.
* Ya me cansé de lo que tú preparas. *
Le había dicho la itako, sin siquiera girarse a mirarlo.
No hacia falta, pudo sentir la fuerte presencia del ainu desde que este bajaba perezosamente por las escaleras.
Y no pudiendo oponerse a los mandatos de la chica, fue como el peliazul terminó observándola cocinar por primera vez, al menos, él no la había visto hacerlo antes.
El shaman sonrió ligeramente, la sacerdotisa se veía muy bien con ese pañuelo blanco abrazando su rubio cabello.
No supo que lo impulsó a atreverse, pero abandonó la silla donde estaba y se acercó a su joven mujer, posándose suavemente de tras de ella, pegando sus cuerpos, rodeando la estrecha cintura de Kyouyama.
* ¿Qué haces?. *
* Nada. *
La respuesta del muchacho fue corta, estaba demasiado ocupado como para preocuparse por decir más de una sola palabra. Se aferró por completo a la figura femenina, deslizando sus ansiosos labios por el cuello de Anna hasta detenerse en su oreja izquierda, mordiéndola con suavidad mientras le susurraba un montón de palabras que la envolvieron en el deseo, la pasión, el amor.
Anna cerró los ojos, dejándose llevar por las tiernas caricias del shaman, sus suaves mordidas y su delicado aliento contra su cuello.
* Ho-Horo. . . debo terminar el desayuno. *
La itako no supo de donde sacó la fuerza para armar aquella frase, y es que lo que el joven peliazul le estaba haciendo la incitaba a hacer el amor con él. . . . otra vez.
Esa era una buena idea, demasiado, también lo deseaba, pero. . . hace apenas unas horas que habían separado sus cuerpos. Anoche se habían amado tanto, que el cansancio aun permanecía en sus cuerpos.
La poca resistencia de la itako, se esfumó apenas sintió las manos del ainu sobre cada uno de sus senos.
* Ah, Horo Horo. . . . *
Un placentero suspiro escapó de sus labios. Deseaba a ese hombre, tanto como él a ella.
Anna permaneció inmóvil, dejándose hacer, entregada por completo a las traviesas y excitantes pretensiones del shaman de hielo.
Con cuidado, el hombre la hizo girarse hasta quedar frente a frente; la miró con fijeza un instante, tan solo un instante. . . . y la besó, sin poder esperar más.
Sus labios reclamaban los de la chica con locura mientras sus ansiosas manos recorrían cuanto podían de la bella figura femenina.
Horo no perdió tiempo, con un movimiento inesperado, movió la mano debajo de la tela del vestido negro de la itako, haciendo a un lado la ropa interior, hundiendo un par de dedos en la vagina de la chica.
* ¡¡ Ho. . . . Horokeu !!. *
Apenas sintió aquel movimiento por parte del muchacho, Anna no pudo evitar que un gemido entonando el nombre del shaman se escapase de sus labios, mucho menos los demás gemidos ocasionales y placenteros que le prosiguieron.
* Creí que no deseabas que lo hiciéramos en este momento. *
Le susurró el muchacho, con voz burlona y triunfante, sin mencionar que llevaba un poco de morbo consigo.
Más un simple “idiota”, fue la respuesta que emergió de los dulces labios de la rubia, haciendo reír divertido al shaman del norte. Pareciera que a la itako le gustaba mucho ese adjetivo para referirse a él.
De un momento a otro, los gemidos de gozo por parte de la sacerdotisa se volvieron más sonoros y constantes, mismos que hicieron desesperar al peliazul.
La encantadora voz de Kyouyama, envuelta en ese melodioso tono de placer, suplicante por continuar. . . lo volvía loco de deseo.
Así que, con un movimiento inesperado, el muchacho sostuvo a la mujer, elevándola varios centímetros sobre el piso, con la sola idea de llevarla a la habitación que ambos compartían, más los húmedos y excitantes labios de la rubia posándose desesperados, aunque cariñosos, sobre los suyos, lo hicieron impacientarse aun más, terminado por recostarla sobre la pequeña mesa de la cocina.
* Creo que no puedes esperar más, eh!!. *
Mencionó el shaman de hielo, poco antes de comenzar a despojarse de sus ropas.
* Ja, mira quien lo dice. . . ¡ hentai !. *
Anna simplemente no pudo evitar que una sonrisa irónica y divertida adornara su hermoso rostro después de decirle aquello.
Y verla sonreír, era algo que Horo Horo adoraba.
Olvidándose de desvestirse, tomó el rostro de la joven entre sus manos, deslizando la punta de sus dedos por su pálida piel; era tan suave y las chispitas en los negros ojos de su amante lo incitaron a besarla sin cansancio. . . y lo hizo.
Besos tiernos y suaves, lentos y cariñosos, contactos que se tornaron más profundos y apasionados conforme mantenían la caricia.
Pronto, la excitación en sus cuerpos se volvió casi insoportable.
Apenas se despojaron por completo de sus ropas, el shaman de hielo la hizo recostarse boca abajo sobre la mesa, dándole la espalda. Así, Anna pudo sentir los calidos labios del muchacho recorrer su sensible cuello, sus temblorosos hombros y la piel de su delicada espalda.
Todo era muy tranquilo y agradable, hasta que Horo Horo deslizó, nuevamente, sus traviesas y ansiosas manos hasta la intimidad de su compañera; poco tardó en introducir su dedo medio en ella, haciéndolo entrar y salir a un ritmo lento, pero constante.
Al sentirlo, Anna se estremeció por completo sin poder reprimir un gemido de placer, comenzando a suspirar levemente, manteniendo los ojos cerrados, dedicándose solo a sentir el jugueteo de los dedos del shaman de cabello azul, ese juego de entrada y salida constante, una y otra vez, siempre con mayor velocidad y fuerza.
* Horokeu eres un. . . *
* ¿Hentai?. Ya lo sé, me lo has dicho muchas veces. *
Kyouyama sonrió ante las palabras del peliazul.
Definitivamente él era un pervertido, pero aun así no dejaba de ser agradable, además. . . . adoraba la forma como la hacia gozar. Tan así que ella misma comenzó a mover las caderas, buscando que el contacto fuese mayor y el placer se prolongase por más tiempo.
* Pues ahora que lo sabes. . . nunca cambies, ¿si?. *
Después de aquello, Anna dejó que el silencio reinara en aquel lugar, disfrutando de la situación en que se encontraba.
Más justo cuando creyó que las sensaciones se desbordarían para entregarle su deseado orgasmo, el shaman de hielo se detuvo, deslizando sus dedos fuera de la vagina de su amante.
* ¿Qué haces?, no te detengas. *
Las palabras de Anna eran una indescifrable mezcla de ruego y enfado, cuya única respuesta fue la sutil risa que escuchó por parte del ainu, al tiempo que este dejó caer casi todo su peso sobre la espalda de la itako, pegando su cuerpo al de ella, rodeándola con sus fuertes brazos hasta estrujar cada uno de sus senos.
* Ah, Horo Horo. . . te necesito, ¡¡ya!!. *
Bastó un simple roce de sus manos y sentirlo detrás de ella para que la sacerdotisa ansiara ser penetrada en ese mismo instante.
No podía evitarlo, quería a ese hombre y unir su cuerpo al de él era la más placentera y maravillosa sensación que había sobre la tierra. . . . así lo sentía ella.
* ¿Quién es la impaciente ahora?. *
* Solo cállate y hazme el amor. *
El shaman sonrió en silencio.
Aun en la intimidad, Anna no dejaba de ser exigente y mandona. De cualquier forma él apenas podía contenerse, así que no esperó más, con suavidad mordió la blanca piel del cuello de su amada mientras ejercía presión con su pene, guiándolo a la entrada de la intimidad femenina.
Al sentir la punta del miembro masculino, Anna suspiró débilmente mientras de su mirada se apoderaba un sumiso deseo, deseo por sentir aquel pedazo de carne viva dentro suyo, deseo de ser penetrada por el hombre que amaba. . . el segundo y ahora el único.
Situado encima de ella, Horo fue introduciendo suavemente la gruesa espina al interior de la joven mujer, quién se abrió y lo aceptó con gusto.
Con cada dulce embestida, los gemidos antes suaves y delicados se tornaron sonoros y prolongados, permitiendo que la cocina se llenase de suspiros y jadeos cargados de amor y placer.
* Por. . . por favor Ho-Horo Horo, no te. . . *
Las palabras de la rubia mujer se vieron interrumpidas por la fuerte necesidad de jalar aire. El agitado respirar y los profundos gemidos le hicieron imposible pronunciar más de unas cuantas palabras.
Anna quiere decirle que siga, que la penetre con más fuerza, pero no puede más que disfrutar del delicioso roce entre las paredes de su vagina y el miembro del muchacho.
Loca de placer, se retuerce de gusto bajo el musculoso cuerpo del shaman de hielo, gimiendo y gritando palabras inconclusas, palabras que sin embargo el peliazul sabe interpretar, penetrándola con más fuerza y deseo en cada embestida.
* Anna, Anna. . . *
La varonil voz del joven ainu formó un suave susurro que llegó a oídos de la itako, haciéndola girar el rostro, encontrándose con un inesperado beso por parte del shaman del norte.
Hay amor en ese contacto, más la excitación en ambos cuerpos los hace entrelazar sus lenguas con lujuria, buscando placer.
Con la mitad de su cuerpo ya totalmente recostada sobre la pobre mesa, Anna rompió con ese beso, las sensaciones en su vientre se van haciendo más fuertes y placenteras, obligándola a gemir sin descanso.
* Horo, no puedo más. Y-yo voy, voy a . . . *
La joven rubia no pudo concluir sus palabras.
Un intenso orgasmo la invadió, provocándole espasmos mientras la humedad de su vagina abrazaba el miembro del shaman. Se sentía tan llena, tan satisfecha, que terminó cansada sobre la madera de la mesa. Horo Horo siguió penetrándola por poco tiempo más antes de gemir con fuerza y placer, derramando un espeso liquido dentro del cuerpo de su amada, colapsándose sobre la cansada y frágil figura de la itako.
Y Anna no puede evitar el deseo de querer estar siempre así, que la llene con su esencia. . . era algo en verdad agradable, hermoso.
Débiles suspiros de cansancio se escuchan en la cocina, quizá en toda la casa, mientras el shaman de hielo aun se desliza suave y lento entre las piernas de la rubia mujer.
Salió de su cuerpo, aprisionándola de inmediato entre sus brazos, llenándola de besos, besos que Anna correspondía de una forma intensa y profunda.
* ¿Ahora puedo terminar el desayuno?. *
La voz de la sacerdotisa sonaba irónica, sarcástica, en realidad, poco le importaba el dichoso desayuno, la comida y la cena... ¿Qué importaban?.
* ¿Para qué?, yo ya devoré el mío y estoy satisfecho. *
* Estas diciendo que yo fui tu platillo?. *
* Si, ¡¡y estuviste deliciosa!!. *
Un nuevo beso surgió entre los amantes, disolviendo el falso enojo que mostraba la itako ante las palabras de su compañero.
El ainu la llevó entre sus brazos hasta la habitación que desde hacia un tiempo compartían.
Se recostaron sobre el futon con la única intención de descansar. Aun era temprano y abajo en la cocina había un desastre que delataba la travesura que acababan de hacer, pero nada de eso tenía importancia, por ahora, solo deseaban abrazarse mientras una lluvia de besos caían en la recamara.
* Horo Horo. . . tú serás quien más tarde limpie la cocina. *
* Qué??, ¿yo por que?. *
* Porque tu eres el culpable del desorden que hay allá abajo y porque yo lo digo. *
El peliazul solo frunció el seño con clara inconformidad.
Si no mal recordaba, Anna tenía mucha culpa del desastre que AMBOS hicieron en la cocina. Pero guardó silencio, esa mujer jamás iba a cambiar, seguiría siendo una mandona, amargada y cruel, no importaba que durmiesen juntos o hicieran el amor, ella no dejaba de aprovecharse de él.
La observó con seriedad; descansaba entre sus brazos ya casi dormida, tranquila, tan hermosa. . .
-Parece feliz.-
Pensó el muchacho, aunque su lindo rostro no expresaba precisamente felicidad.
Entonces sonrió.
Estaba enamorado de ella, no se preocupaba en detenerse a pensar como surgió ese sentimiento, tampoco le importaban sus malos tratos, con que Anna fuese feliz. . . .
-Es suficiente.-
El peliazul deseaba que ella viviese la vida tranquila y cómoda que siempre quiso. Y desde que su relación se tornó tan intima, parecía que Anna había vuelto a ser la misma.
Lo maravilloso de estar con ella, era el simple hecho de verla feliz
Siguió observándola con atención completa.
Sus bellos ojos ahora cerrados por el cansancio, su boquita ligeramente abierta que lo invitaba a probarla una vez más, su suave y blanca piel, todo su bello rostro. Quería grabarse cada rasgo en su mente, porque ahora ella era lo que más le importaba en el mundo.
Entonces, un pensamiento que le venia rondando constantemente en los últimos días pareció tomar fuerza.
Creyó que quizás este era el mejor momento para decírselo, y lo hizo. . .
Con suavidad, mordió ligeramente la oreja izquierda de su amante, quien despertó entre dulces palabras de amor y un calido aliento.
* ¿Qué quieres?. *
Su voz era cortante y fría, un golpe áspero para cualquiera que la escuchara, pero no para él. . . . ya no.
Horo Horo continuó besándola y murmurándole su amor, consiguiendo la total atención de la mujer, hasta que, decidido, le susurró al oído. . .
* Annita. . . ¡ cásate conmigo !. *