||   ES COMO VOLVER A EMPEZAR    ||



     Por: Maeda Ai
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                                                                      .:: Capítulo 7 ::.
   "Matándolo suavemente con sus palabras”



Desnuda, disfrutando de las aguas termales, Anna yacía recargada sobre una de las rocas de la orilla; su cuerpo cubierto por el cálido liquido, dejando solo al descubierto la pálida piel de su espalda.

Pensaba, pensaba mucho en lo que a su relación con el shaman de hielo se refería.
¿Qué hacer?, se hallaba muy confundida, en verdad había sido tan egoísta y ni siquiera se dio cuenta.


* Es que así es el amor, egoísta. *


La rubia itako decía para si en apenas un susurro.
Y es que después de pensarlo tanto, aquellas palabras tenían mucha lógica. A veces somos tan felices, que solo se es capaz de ver lo que los ojos y el corazón quieren ver: felicidad.
Tan es así, que al ser felices a plenitud, llegamos a pensar que a quien se ama es feliz de igual manera, más no siempre es así.


* Ah, y ahora, ¿qué voy a hacer?. *


Anna cerró los ojos mientras un sutil tono rosa teñía sus mejillas debido al calor del lugar.
Sumida en sus pensamientos, cuenta no se dio de que alguien más compartía con ella el calor de las aguas desde hacia varios minutos.

A escasos metros, Horo Horo contemplaba, excitado, la bella figura femenina que ante él se mostraba.
¡POR KAMI!, se sorprendía de no haberla tomado desde el momento en que se sumergió en las termas. Sonrió travieso. . . .


* Eso tiene solución. *


Apenas susurró tan corta frase, se acercó tranquilo a la joven que aun ajena a su presencia, abrazaba una roca. Y él se sintió estúpido, sentía celos, Anna solo descansaba, solo eso.


El ainu se posó suavemente detrás de ella, pegando totalmente sus cuerpos; sus manos deslizándose delicadamente por los contornos curvilíneos de la rubia itako, hasta entrelazarse con las propias manos de su amante.
Horo suspiró profundamente mientras recargaba la cabeza sobre los cabellos dorados de Anna, aspirando aquel agradable aroma a violetas; cerró los ojos, dejándose llevar por las sensaciones que la sacerdotisa provocaba en él.


* Te amo. *


Le dijo el shaman, haciéndola temblar casi imperceptiblemente.
Pronto, los cálidos labios del peliazul iniciaron un recorrido de pasión, estacionados por largos momentos en la suave piel del cuello de Kyouyama, mordiendo, succionando, marcándola como su territorio.
Anna suspiraba y respiraba con agitación tratando de resistirse, si continuaba este romance, el muchacho renunciaría a sus sueños. . . . y eso no sería justo.

Más los morosos besos del ainu, sin mencionar las ansiosas manos de este que se deslizaron, intrusas, en su intimidad, la hicieron ceder completamente.


* Ah, espera. *


Sonrojada, con entrecerrados ojos, Anna solo se limitaba a sentir como el shaman de hielo exploraba su sexo. Y dándole aun la espalda, la mujer separó un poco las piernas, permitiéndole al joven introducir en ella sus traviesos dedos a su entero gusto.


* Te deseo tanto. *


La rubia jadeaba; podía sentir el cálido aliento de Horo Horo, sobre su cuello o susurrándole suaves palabras al oído, que la hacían estremecer.
Más aun, la entrecortada respiración del muchacho la volvía loca, no podía pensar en otra cosa que no fuera hacer el amor con él.


* Ah, Horokeu. *


Ella gimió profundamente.
El ainu deslizaba un par de sus dedos, acariciando insistentemente su clítoris; hundiendo ocasionalmente el dedo medio en la intimidad de la joven.
Lo excitaba tanto como la rubia se dejaba hacer, la forma en que gemía y la manera en que levantaba las caderas buscando que el contacto fuese mayor.


* Te gusta, lo sé. *


Palabras que formaron susurros.
Horo Horo estaba ansioso, sus manos recorrían sin control la delgada figura femenina hasta detenerse cada una sobre los bien formados pechos de Anna. . . . la parte que más le gustaba de aquella perfecta anatomía.
El shaman estrujaba con ligera fuerza aquel par de senos, arrancando gemidos de los labios de la itako, quien agradada, sentía como su amante jugaba entretenido con sus suaves esferas de mujer.


Después de un rato, el shaman de hielo se detuvo; con un suave movimiento giró a la joven para quedar frente a frente. . . . y se aferró a ella con labios y dientes, sorprendiéndola y haciéndola gritar de placer.
Horo estrechaba con fuerza la diminuta cintura de su mujer, mientras se deleitaba con sus preciosos senos, probándolos desquiciadamente, besándolos, succionándolos, hasta mordiendo ligeramente los duros pezones que coronaban el mayor atractivo de la chica.
Por su parte, Anna se mordía el labio inferior tratando de no gritar, el gozo era tanto que creía que no lo iba a soportar.


Recargada aun sobre la roca, la sacerdotisa miraba embelesada la luna, al tiempo que su amante seguía incansable en su trabajo de amarla.
Finalmente, el Usui atrapó los labios de Anna con los propios, desesperado, queriendo comerla a besos.


* Anna, no puedo más. *


Le dijo él, aferrándose con fuerza a su cintura, mordiendo suavemente la oreja izquierda de la joven.


* Yo igual. . . . quiero más. *


El shaman de hielo no pudo más que sonreír; no esperó más!, alzó ligeramente a la chica, tomándola por las caderas y haciéndola bajar casi inmediatamente, guiando su erecto pene hacia la intimidad de la itako.
Pero se detuvo sin entrar en ella; comenzó a deslizar la punta de su miembro sobre los labios vaginales de la mujer.


* Oh, Horo, perverso. *


* No finjas, adoras esto. *


Ese descarado tenía razón. A ella le encantaba que acariciase de aquella forma su intimidad; sentir la caliente punta de la masculinidad del muchacho, la desesperaba, se llenaba de ansias y no podía esperar a ser penetrada, sin mencionar la excitante y morbosa sensación que esto le producía.

Y siguieron así por un rato más, disfrutando del contacto superficial entre sus sexos, mientras clavaban sus miradas el uno en el otro.


* ¿Qué dices?. . . continuamos?. *


* Idiota!. *


Horo Horo sonrió.


“Casi como la hacia Yoh.”


Pensaba la itako.

Si, él es tan alegre como lo fue Yoh, y esa sonrisa suya a veces le recordaba al Shaman King, más la sonrisa del ainu era más picara, más traviesa. . . . y así le gusta a Anna, lo adora.
Así que ella también sonrió, lo hizo de una forma casi perversa.

La rubia se aferró al cuello de su amante con sus brazos, mientras le rodeaba hasta cruzar las piernas por la espalda del joven. . . . bajando suavemente las caderas, ella sola hizo que el duro pene de Horokeu entrase en ella con lentitud.
Ambos suspiraron profunda y tranquilamente al principio, más fuerte y entrecortados conforme se deslizaba la hombría del peliazul en la intimidad de la sacerdotisa.


Con un suave subir y bajar de sus caderas, Anna volvió loco de placer a su compañero, sumado a esto estaban las sensaciones que el agua provocaba en combinación con el roce de sus cuerpos, era delicioso, inigualable.


El agua, la noche, las estrellas. . . . todo en combinación formaron la situación más erótica que ambos jóvenes habían compartido hasta ahora.
Y así, con el agua caliente cubriendo la mitad de sus cuerpos, hacían el amor; él mordisqueando con suavidad los botones rosados que adornaban los perfectos senos.

Pronto el calor de los amantes, sumado al de las termas, se tornó insoportable y el placer era tanto que el subir y bajar de sus caderas se volvió fuerte, rápido, desesperado, casi brusco, provocando que los gemidos de Anna se tornaran sonoros y prolongados. . . .


“Una dulce melodía.


Pensaba el peliazul sin poder ya apartar la mirada de la belleza desnuda que entre sus brazos, se entregaba a él.
Tan bella, tan intensa. . . . tan Anna.


* Te amo. *


Horo Horo habló sin pensar.
Jadeante, entrecortado. Que increíble que semejantes palabras salieran de su boca en medio de tanta excitación.
Anna lo besó con desesperación, acariciando una de las mejillas del peliazul.

Él seguía penetrándola, disfrutando de la deliciosa sensación que experimentaba con cada embestida.
La intimidad de Anna abrazaba y oprimía su miembro, como deseosa de retenerlo ahí, dentro de ella. . . . y así era.


El roce, la constante fricción entre sus sexos, todo aquello logró que la excitación aumentara. Y pronto, Horo Horo forzó su hombría con mayor fuerza dentro de la vagina de la itako. El placer los obligó a romper el beso que hasta ahora habían mantenido.

Y Anna rodeó el cuello del shaman, soltando gemidos que llegaban a oídos de su joven amante.
No podía más, el gozo recorría todo su cuerpo y una deliciosa sensación comenzaba a formarse en su vientre.


* Oh, Ho-Horo Horo. . . . *


Sus cuerpos danzaban con un vaivén de sincronía, mientras Anna jadeaba intranquila; y ya no pudo más, su cuerpo tembló entre espasmos de placer, arqueando la espalda y lanzando un sonoro gemido que entonaba el nombre del ainu, recibió satisfecha el orgasmo que recorrió su cuerpo, agotándola por completo y provocando que las paredes de su vagina se contrajeran y abrazaran fuertemente la virilidad del shaman del norte, quien no pudo contener el semen que su miembro expulsó por tanta excitación y placer, desbordándose en la intimidad de la rubia.


Ambos jóvenes respiraban agitados, aun moviéndose suavemente. Horo Horo aun con su hombría enterrada dentro de la mujer.
Compartían cortos besos y los susurros que formaban palabras y promesas de amor los acompañaron por largo rato. Pero unas cuantas de aquellas palabras hicieron que Anna perdiera bruscamente el encanto que su amante le había regalado.


* Ya no me importa nada más, solo tu, Anna. . . . Ai shiteru. *


Kyouyama se congeló al escucharlo, tanto amor y placer la habían hecho olvidarse de algo que venía atormentándola desde hace poco.
Su mirada, antes llena de calidez por haber hecho el amor con el peliazul, se volvió seria, fría como siempre.
Se separó del shaman sin decir nada más, provocando desconcierto al muchacho, quien no entendía que le pasaba a su amante.


“Quizá no está tan satisfecha como yo lo estoy.“


Pensó Horokeu, agitando la cabeza y descartando casi inmediatamente esa idea.
No, esos besos, sus caricias, sus constantes gemidos le habían demostrado cuan grande fue el placer que le hizo sentir al unir sus cuerpos.

Ella se detuvo aun dentro de las aguas termales.
Y dándole la espalda al hombre que conocía ya cada rincón de su cuerpo, dispuesta estaba a romperle el corazón. . . .


* No vuelvas a tocarme. Lo he estado pensando y he decidido que ya no me casaré contigo. *


Y así como así, Anna salió de las termas sin siquiera cubrirse, dejando al muchacho más que sorprendido. No comprendía porque de repente ella se comportaba de esa forma y le decía cosas que lo lastimaban.



Con pupilas descoloridas y contraídas, la expresión de Horo Horo delataba la sorpresa y el dolor que las palabras de la sacerdotisa le hicieron y le hacían sentir. . .


. . . Palabras que resonaban en su cabeza una y otra vez, palabras. . . que lo mataban suavemente.



Sin finalizar.

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Amor, sexo y. . . un corazón hecho pedazos.
Haciendo el amor en las aguas termales, el ambiente y la temperatura perfectos.

No separaré a estos enamorados por mucho tiempo, simplemente no puedo, así que aun habrá un poco más de romance y tan solo una última sesión de sexo ^¬^’.

-I love HOROxANNA-

~*~

Este fanfiction fue escrito por Maeda Ai.

Es material de Fallen Angel

Si llegan a encontrar una historia similar a esta (con los mismos diálogos y situaciones), o con el nombre de otro autor(a), será sin mi consentimiento y por tanto un engaño.

POR FAVOR, NO ROBEN MIS IDEAS Y/O FANFICTIONS.


Totalizado el 25 de Mayo de 2005.


maeda-ai@hotmail.com
La dama del Hentai: Maeda Ai.


Por razones de tiempo...

NO escribo:
Continuaciones de fanfictions.
Fanfictions a petición.
Crossovers.

-- No presto mis Fanfictions. --

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