Por:
Maeda Ai
. . . . . . . . . . .
.:: Capítulo 8 ::.
"Porque él ya no está”
Sentada sobre el pasillo de madera que daba al jardín, Anna miraba el cielo sin interés alguno.
Él se había ido, dejándola en completa soledad.
Dos semanas ya sin su compañía, sin sus bromas, sin reñir con él; dos semanas sin probar la comida que él preparaba, sin contemplar sus curiosas sonrisas. . .
* Sin que hagamos el amor. * _En un suave susurro, la itako bajó su triste mirada hasta el suelo._ * Es lo mejor. *
Trató de convencerse a si misma, lo ha venido haciendo desde que tuvo aquella discusión con él ainu, cuando este le exigió explicaciones sobre sus hirientes palabras.
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* ¿Qué no escuchaste?, ya no quiero nada contigo. *
* Oh, claro que te oí, tus palabras están bien clavadas aquí. *
Le dijo el shaman, golpeando su pecho y mostrándole una mirada llena de confusión, de dolor, de ira.
* Pues, ¿qué esperas entonces para irte?. *
* No, Anna, no me hagas esto. *
Las oscuras pupilas del shaman de hielo comenzaron a deformarse por las lagrimas acumuladas.
La sacerdotisa, al verlo tan devastado, dudó por un momento, pero esto era por el bien de ambos, de él.
* Largo. *
Con esta simple palabra, le dio la espalda al peliazul, hundiéndolo en la tristeza, rompiéndole el corazón.
No fue necesario decir nada más, estaba bastante claro que esto se había terminado.
Derrotado, dolido, Horo Horo abandonó la pensión.
Ya no insistió, no tenía caso si ella no lo quería. Y si él irse la hacia feliz o simplemente la tranquilizaba. . . entonces simplemente se iría.
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Varias lagrimas se deslizaron por sus mejillas. Como lo extrañaba.
Entre sus manos oprimía fuertemente la rosa de hielo que Horokeu le regaló no hace mucho tiempo. Era extraño, a pesar de ser de hielo, aun no se derretía.
* Si, sé que es mejor así. *
Susurró con palabras tristes que se le atoraban en la garganta.
* ¡NO!, no es así. *
Le dijo una voz femenina que de pronto se escuchó en el lugar y que con fuerza, desaprobaba las palabras de la rubia itako. Kyuoyama, quien no se había percatado de que tenía compañía, alzó la mirada, encontrándose con la dura expresión de Pilika.
* ¿Qué haces aquí?. *
Anna trató de ser fría y hasta grosera, más su pacifica voz no le ayudó mucho.
* No quiero seguir viendo como mi hermano se muere de amor. *
Ignorando a la sacerdotisa, casi histérica como era común en ella, la chica ainu le dio la respuesta, sin esta ser su verdadera intención.
Anna desvió la mirada, sabía muy bien que había lastimado al shaman de hielo, pero. . . no quería que, por ella, Horo hiciera a un lado sus sueños, así que. . .
* ¿Morir de amor?; por favor, Pilika, no digas tonterías. *
* ¡ No son tonterías !. *
Le gritó la más joven, demostrándole a la rubia que sus intentos por mostrarse fría e indiferente, eran vanos.
* Por favor, Anna. . . * _La peliazul se acercó hasta la itako, sacudiéndola suavemente por los hombros._ * Yo sé que tu también lo amas. *
Las palabras de la joven de Hokkaido no podían ser más ciertas, bastaba ver la tristeza en los ojos de la mujer, o la felicidad, cuando aun estaba con su hermano.
Entonces, la chica Usui simplemente no comprendía por qué la sacerdotisa alejó al shaman de hielo, diciéndole todas esas mentiras.
* ¿Por qué, Anna?. *
* Porque es lo mejor. *
* ¿Para quién?. *
La cuestionó, volviendo a alzar la voz, mientras que Kyouyama mantenía su negra mirada en un costado; era extraño, pero no podía sostener la pesada mirada de la chica del norte.
* Para él. * _Susurró. _ * No quiero que haga a un lado sus ideales. . . por mi. *
Al escucharla, el rostro de la peliazul se ensombreció.
Entonces, en parte era su culpa, pues fue ella quien le comentó a Anna que su hermano había hecho todo a un lado, con tal de estar a su lado.
* Lo siento, Anna, cuando dije eso, no quise. . . *
Pilika comenzó a llorar, se sentía culpable.
La itako negó con la cabeza. No, no era su culpa y, muy a su pesar, tampoco era la única razón que tuvo para romper su relación con el shaman de hielo.
* Desde que estoy con Horokeu, no puedo dejar de pensar en. . . aahhh. . . *
* ¿En qué, Anna?. *
* S-si Yoh no hubiese muerto, yo no estaría con tu hermano. Entonces, ¿debo sentirme feliz de que Yoh se haya ido?. *
Anna, muchas veces se cuestionó si hubiese preferido que el Shaman King siguiese con vida. Pero en ese caso, no estaría con el shaman de hielo.
Se aterró al llegar a pensar que no.
La joven ainu la miró con serenidad, su llanto había cesado.
Estaba bien.
Pilika entrelazó sus manos con las de la rubia itako, pidiéndole que no pensara más en eso, después de todo. . .
* El hombre que elijas, sea mi hermano o no, estará ahí. . . porque Yoh ya no está. *
Increíble, ¿desde cuando Pilika decía palabras tan sabias?.
Por fin, el agua salada brotó de los negros ojos de Kyouyama, quien ligeramente sorprendida, se vio envuelta entre los brazos de la chica peliazul.
* Lo amo tanto. * _Susurró. _ * ¿Crees que me perdone?. *
Pilika sonrió enormemente, dándole su apoyo al estrecharla con más fuerza.
* Nada lo hará más feliz, que volver a verte. *
Entonces, un inamovible pensamiento cruzó la mente de la rubia.
Anna había decidido ir tras su felicidad.
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Sobre la copa de un inmenso árbol, Horokeu miraba desinteresado la bella puesta de sol.
Sus sueños ya poco le importaban, su vida tampoco le importaba. No entendía, porque ya nada tenía caso, sin el amor de esa mujer.
* ¿Desde cuando me volví un romántico sin remedio?. *
Se preguntó el peliazul, una triste sonrisa adornando su rostro.
Desde que regresó a Hokkaido no podía sacarla de su cabeza, mucho menos de su corazón.
La extrañaba y mucho; echaba de menos sus negros ojos, sus dulces besos y más aun, hacerle el amor como un loco. . . la necesitaba.
* Pero Anna no me ama. *
Con fuerza, el shaman de hielo oprimió la corteza del árbol, necesitaba sacar su frustración, su enojo, su dolor.
* Yo nunca dije eso. *
De pronto, una voz femenina llegó a sus oídos, sorprendiéndolo, no tanto por creer estar solo, más bien porque sabía perfectamente a quien pertenecía dicha voz.
Y la miró, allá abajo; los ojos de la rubia brillaban por razones que él desconocía. Todavía más enigmática le resultaba la sonrisa que adornaba su bello rostro.
Se quedó mirándola por unos cuantos instantes, tratando de convencerse de que la itako realmente estaba ahí. Una enorme sonrisa atravesó su cara al convencerse de que así era.
Bajó del árbol con un ágil salto, y apenas sus pies tocaron el suelo, alcanzó a la rubia mujer, rodeándola con fuerza.
¿Cómo describir la sensación de ser correspondido?; simplemente se sentía flotar ligera y suavemente.
Así, se dio valor para atrapar los labios de la sacerdotisa con los propios, una delicia de la que fue privado por interminables días que no quería recordar.
La besó profunda y desesperadamente, casi devorándola a besos, nada le importaba, solo quería sentirla.
* Lo siento. *
* Pero, ¿por qué estas aquí, en Hokkaido?. *
Le cuestionó el shaman, poco después de que separasen sus labios.
La itako sonrió; ¿quién hubiese pensado que Pilika iba a tener el coraje para ir a buscarla, dispuesta a traerla a rastras?.
Por supuesto, esto último no fue necesario.
Más eso era algo que podían discutir después, por ahora, solo era necesario decirle una sola cosa.
* He venido para estar a tu lado, yo . . . ai shiteru. *