Por:
Maeda Ai
. . . . . . . . . . .
.:: Capítulo 9 ::.
“Contigo a mi lado”
* Espero que te sientas cómoda. *
La voz del ainu la sacó de los agradables pensamientos que atravesaron su mente al observar el bello paisaje más allá de lo que parecía ser una ventana.
* Lo siento, Anna. . . sé que tu mereces algo mucho más lujoso, pero yo no. . . *
* Me gusta, es tranquilo, además. . . *
_La rubia se acercó lentamente al joven peliazul, acariciando sus mejillas y saboreando aquellos labios que tanto había extrañado._
* ... estoy contigo. *
* Anna. *
Horo Horo sonrió y no tardó en estrechar con fuerza la esbelta figura de la itako, llenando de besos su hermoso rostro.
* ¿Quieres salir, dar un paseo?. . . ¿conocer la aldea?. *
Preguntó el shaman al tiempo en que deslizaba su boca por la blanca piel del cuello de la chica.
Anna rió ligeramente por las cosquillas, negándose a salir. Eso era algo que ya harían luego.
* Es gracioso, ¿sabes?. * _Le susurró ella, mordiendo suave y sensualmente la oreja izquierda del ainu._ * Siento que nos sobra tiempo para todas esas cosas, más no para hacer el amor. . . estoy muy ansiosa, desesperada. *
Horokeu se excitó tan solo con oírla.
Mordiendo delicadamente la piel de los hombros de la rubia, comenzó a despojarla del vestido blanco que cubría su perfecto cuerpo; mirándola con completa, casi exagerada, atención, casi embelesado.
Como había extrañado deleitar a sus ojos con tan bella imagen.
La desnudez de Anna era algo por lo que valía la pena esperar.
La desesperación de aquellos cuerpos era increíble, tanto así que no tardaron en dejarse caer sobre el futon.
Horo Horo acarició en su totalidad la suave y blanca piel femenina, satisfaciendo como nunca su sentido del tacto.
* Oh, Horokeu. *
La escuchó susurrar su nombre cuando, ansioso, estrujó cada uno de sus pequeños senos.
Si, ella era la única que lo llamaba por su verdadero nombre y le gustaba que así fuera.
Las grandes manos del peliazul recorrieron la espalda de la sacerdotisa, provocándole escalofríos hasta posarse sobre su bien formado trasero, acariciando circularmente, amasando y apretando la abundante carne.
* Mmm, perverso. *
La voz de Anna formó un susurró mientras lo abrazaba fuertemente, entregándose por completo a este hombre que tanto había extrañado.
El shaman de hielo sonrió mientras sus manos recorrían todas y cada una de las curvas de la mujer, quien gimió agradada al sentir aquellas traviesas manos estrujar con fuerza sus senos, jugando con los pequeños pezones ya duros por la excitación.
El ainu quiso inclinarse para degustar los pechos de la Kyouyama, más esta lo empujó sorpresivamente, haciéndolo caer de espaldas sobre el futon, desconcertándolo.
Ella lo miraba con lujuria, una sonrisa perversa adornando su fino rostro.
La sacerdotisa no se resistió a la tentación, las ansias, y casi con desesperación, desabrochó los pantalones de un Horo que la miraba realmente sorprendido, pues Anna nunca había actuado así con él.
*A-Anna, ¿qué haces?. *
* Tengo tantas ganas de ti, amor. *
Apenas dijo esto, la rubia bajó los pantalones del shaman hasta las rodillas, dejándolo expuesto; su pene se alzaba por la sangre contenida en él, invitando a la chica a probarlo y beber de él. . . y lo hizo.
* An-na, espera, ahh. . . *
Más la itako no pretendía hacer tal cosa y continuó succionando la masculinidad del shaman de hielo, deslizando la piel de arriba hacia abajo, masturbando al chico de una forma que lo estaba enloqueciendo de placer.
La chica parecía no saciarse y cuando no introducía el miembro en su boca, lamía este como si de una paleta dulce se tratase, incluso succionaba las esferas que descansaban bajo aquel miembro, rodeándolas alternadamente con sus labios o simplemente delineándolas con su húmeda lengua.
Y cuando escuchó que los gemidos del shaman se habían vuelto más fuertes y continuos, ella se detuvo.
* ¿Po-por qué hiciste eso?. *
Le preguntó el peliazul, entrecortado y aun sorprendido.
Anna lo abrazó para luego besarlo con furor; una pasión que buscaba cualquier salida, enredando sus manos en el azulado cabello de su amante.
* Solo quería hacerte sentir un poco de todo el placer que tu me has dado. *
Horo sonrió, acariciando suavemente a la mujer, respirando aun con agitación; estuvo a punto de sentir el éxtasis cuando ella se detuvo.
”” Si que es perversa.””
Pensó poco antes de buscar los labios de la rubia para encontrarlos en un beso lento, tranquilo y cargado de ternura, dejando que sus lenguas se entrelazaran juguetonamente.
El Usui terminó por despojarse del resto de sus ropas; recostó a Anna nuevamente sobre el futon y se posó encima de ella.
La contempló con impecable atención.
Era tan bella y él la había extrañado tanto, que aun le resultaba increíble que ella estuviese aquí, con él. . . a un paso de unir sus cuerpos una vez más y hacer el amor. . . como tanto lo habían ansiado.
* Te amo, Anna. *
El peliazul entrelazó sus manos con las de la itako, quien le sonreía con el mismo sentimiento que él acababa de expresar con palabras.
Se besaron una vez más, mientras Horo Horo se acomodaba entre las piernas de la sacerdotisa.
Apenas tuvo la punta de su pene en la entrada de la intimidad de la rubia, la embistió tres veces continuas, que fueron suficientes para que la totalidad de su hombría estuviese clavada hasta el fondo del sexo de Anna.
Ella gimió, arqueando la espalda. Con la primera embestida del ainu, sintió la punta de su pene, haciéndola suspirar, en la segunda, él se deslizó suavemente fuera de ella tan solo para enterarse un poco más adentro, haciéndola jadear. Y con la última volvió a retroceder en su avance, tomando impulso para finalmente hundirse por completo en ella, haciéndola gritar de placer.
* Ahh, espere tanto por esto. *
Susurró la itako, aferrándose al futon pues el mecer de las caderas de su Horokeu se volvió fuerte e intenso, casi salvaje.
El shaman de hielo parecía insaciable e incansable, no paraba un solo segundo, y metía y sacaba su espina de la vagina de la rubia, gruñendo de placer con la delicada, pero excitante, caricia que la piel interna de la chica le regalaba cada vez que su miembro se deslizaba fuera de ella.
* Oh, no pares, Horokeu. *
Anna mantenía los ojos cerrados, disfrutando el gozo que abrazaba su sexo; moviéndose al ritmo de las fuertes estocadas que le daba su amante, quien la sostenía por las caderas para tomar impulso y penetrarla con más fuerza y profundidad.
La Kyouyama quería que nunca terminara esto, más su cuerpo reaccionó al pedazo de carne que se enterraba una y otra vez en ella, en un ciclo de placer agotador.
Sintió como su vagina se volvía más sensible y como un pequeño cosquilleo terminó convirtiéndose en un dulce e insoportable orgasmo que la hizo gritar de gozo.
Los músculos de su sexo se contraían, apretando con fuerza el miembro del ainu, tratando de hacerlo derramar el semen dentro suyo.
* Ahh, ahhh, amor. . . . *
La sacerdotisa se aferró a su amante, clavándole las uñas en su espalda.
A esas alturas, el shaman de hielo ya no pudo más y tan solo pudo penetrar a su compañera unas cuantas veces más antes de detenerse en seco. Sus desteñidas pupilas se contrajeron cuando el orgasmo llegó a él y su pene comenzó a lanzar su esencia dentro de la mujer, quien al sentir ese liquido caliente que la quemaba exquisitamente, tuvo un pequeño orgasmo que la dejó ya sin fuerzas.
Se besaron agitados, ella sobre él, llenando de besos su atractivo rostro y luego los marcados músculos de su tórax.
Después simplemente recargó la cabeza sobre el pecho de su amado, escuchando los latidos de su corazón, que se volvían más tranquilos poco a poco.
* Ahora si vas a decirme, ¿por qué me alejaste de tu lado?. *
* Lo siento, yo. . . no quería que renunciaras a todo solo por mi. *
Fue hasta entonces que el shaman comprendió todo. ¿Cómo pudo ser tan ciego?.
Ella se había hecho a un lado creyendo que le estaba haciendo un bien a él.
* Tonta. * _Le dijo él, acariciando sus dorados cabellos._ * No pretendo olvidarme de mis sueños. *
* Pero tu dijiste que ya nada más te importaba, solo. . . *
* Tu. *
El peliazul terminó la frase que él mismo interrumpió, recordando perfectamente todas y cada una de sus palabras.
Y es que él mismo tuvo mucha culpa en todo esto, pudo ser más claro en lo que decía, además, hizo a un lado sus objetivos, si pero no porque renunciase a ellos, solo quería pasar el mayor tiempo posible con Anna, solo eso. . .
* Quiero alcanzar mis sueños. . . contigo a mi lado. *
La itako sonrió sin mirarlo, solo se acomodó un poco mejor sobre el musculoso pecho de su compañero.
¿Cómo describir la felicidad que los llenaba en ese momento?.
Simplemente no había palabras suficientes para ello, por eso, permanecieron en silencio sin poder decir nada más, tan solo disfrutando de este momento. . . el momento de plenitud de su amor.