Por:
Maeda Ai
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.:: Capítulo 3 ::.
El recorrido fue realmente corto, aunque la sacerdotisa no lo sintió así; los minutos le parecieron horas, estaba tan impaciente, tan excitada.... deseaba tener sexo con ese hombre, ¡ya!.
Apenas llegaron, Hao la tomó entre sus brazos para ayudarla a bajar del espíritu de fuego. Se hallaban en una residencia en medio de uno de los tantos bosques del Japón y que, al juzgar por las apariencias, no había sido pisada en varios años.
Ansioso, el joven de largos cabellos la llevó en brazos hasta la habitación donde desataría todos sus deseos y pasiones, donde la haría suya de las formas que se le antojasen.
Por fin solos y alejados de las modernidades humanas; cerró la puerta tras de si, estrechándola entre sus brazos con desesperación, evitando dar más rodeos, no hacían falta.... ambos sabían muy bien como iba a terminar la noche.
* ¿Quieres placer, Annita?.... yo te lo daré... *
Le dijo Hao, e inmediatamente después oprimió sus labios sobre los de la rubia, quien se estremeció al sentir la profundidad del beso.
Su primer beso. Yoh jamás se hubiese atrevido a tomarla de esa manera, no.... él hubiese sido más tierno, cuidadoso y hasta tímido, en cambio su gemelo era apasionado, agresivo y tan, tan excitante que pronto el menor de los Asakura desapareció de su mente, era Hao quien ocupaba sus pensamientos, sus deseos, él.... el que deslizó sus manos intrusas bajo su vestido negro.
Recostándola sobre la cama, su pesado cuerpo yacía sobre el de ella, impidiéndole moverse con libertad; no le hacia falta, no iría a ningún lado, no estaba loca para hacerlo. Estaba quieta, quería saber, aprender, nunca imaginó estar con él, pero resultaría absurdo decir que ese hombre no despertaba lujuriosos deseos en ella.
El shaman no esperó un solo instante y tal como lo había prometido el ansiado placer llegó al cuerpo femenino; choques eléctricos la hicieron sentir deliciosos escalofríos.
Su traviesa mano se hallaba entre las piernas de Anna, explorando hábilmente su vagina, primero por encima de las pantaletas y luego haciendo estas a un lado para que el contacto fuese directo.
Los dedos de Hao hacían magia con sus caricias, se deslizaban de arriba hacia abajo, frotando el clítoris y excitándola más. No pasó mucho tiempo para que el sexo de la rubia se humedeciera.
* Hao, oh... Hao. *
Gemidos que delataban gozo escaparon con dificultad de sus labios, él prácticamente no la dejaba ni hablar, ni respirar; la ahogaba con besos apasionados queriendo devorarla, sofocándola, pero deleitándola y contagiándole su lujuria.
Un par de los dedos de Hao seguían acariciando su clítoris, mientras otro mas ya había sido introducido en la intimidad de la itako, excitándola todavía más y obligándola a gemir con mayor fuerza.
Mantenía los ojos cerrados, no quería abrirlos, no podía. Kyouyama solo sentía como el recién conocido placer alcanzaba niveles casi insoportables.
Lo que tanto esperó, las sensaciones que siempre quiso experimentar; estaba ahí a la disposición de los impuros deseos del shaman de fuego, impuros... como los de ella.
La respiración de la joven rubia se había vuelto agitada, entrecortada por los sonoros gemidos de exquisito placer que inundaban la oscura habitación; los traviesos dedos del shaman se volvieron más rápidos y frotaban insistentes el pequeño botón femenino.
Anna mantenía fuertemente cerrados los ojos y se mordía el labio inferior para tratar de soportar el placer y con ello prolongar este un poco más.
Lo estaba sintiendo y estaba segura que iba a gritar sin control gracias a las profundas sensaciones.... más no fue así.
* Qué?, ¿qué haces?... no te detengas.*
Era la voz suplicante de una sacerdotisa totalmente frustrada.
El amo del fuego se detuvo así nada más, negándole un delicioso orgasmo, negándole el placer que le había prometido. Una sonrisa llena de satisfacción adornó su apuesto rostro, el fuego de la pasión ardía en sus ojos al contemplar a la hermosa mujer que estaba con él.
Tan ansiosa, con el mismo deseo que él, le costaba creer que Anna Kyouyama había dejado que las hormonas la dominaran por encima de la razón.... pero eso a él, le convenía y mucho.
No podía dejar de contemplar su lindo rostro; esos bellos ojos negros lo miraban con suplica, con deseo y lujuria....
* Paciencia, Anna, te daré tanto placer que rogarás que me detenga.*
¿Le pedía paciencia?, por no tener paciencia es que estaba aquí, con el shaman más desquiciado del planeta, pero eso no importaba, no ahora.
Con tranquilidad poco común en él, Hao la despojó del vestido que, por sus descaradas caricias, ya poco le cubría a la itako. Así, la tuvo entre sus brazos con solo la ropa interior que intentaba simular las partes más excitantes del cuerpo de la mujer; las prendas ligeramente transparentes dejaban ver sus suaves pechos, transluciendo los pezones que se tornaron duros por el deseo.
Y quizá esa escena fue la que lo desesperó; que irónico que hace poco le pedía paciencia.
El shaman hizo grandes esfuerzos para no terminar desgarrando las ropas de su compañera, aunque al final las prendas interiores no tuvieron la misma suerte. Ciego de lujuria, Asakura arrancó la ropa interior femenina; estaba decidido a hacerla suya.
Desnuda, al natural... esa silueta femenina era digna de ser admirada con suma atención.
La pálida y fina piel perfectamente ajustada, esos senos de apetecible tamaño que no exageraban de proporción y que subían y bajaban en una alucinante danza producida por la agitada respiración, sus suaves cabellos dorados como rayitos de sol adheridos a sus sonrojadas mejillas y su linda boquita entreabierta que lo incitaba a posarse sobre ella y degustarla hasta el cansancio.
“Esta mujer es una diosa”.
Pensó el joven shaman. Ningún hombre podría culparlo, era la chica más hermosa con la que hubiese estado, ninguna se le comparaba.
Acarició con suavidad los senos de la rubia, tranquilamente, tomándose su tiempo para sentir como los pezones se endurecían bajo el contacto de sus ásperas manos.
La sintió temblar cuando se lanzó a recorrer la piel de su cuello, bajando paulatinamente sin detenerse y dejando un camino de besos, hasta que se encontró frente a esas dos maravillas que la itako tenía por pechos. Anna no pudo evitar gemir sonoramente, ese chico lamía, mordía y succionaba sus senos, enredando la lengua en los pequeños pezones, la volvía loca, ni siquiera pudo abrir los ojos, los escalofríos la recorrían entera haciéndola gemir sin cansancio y resignarse a oprimir con fuerza las sábanas mientras Hao se deleitaba con ella.
Pronto el muchacho abandonó los adoloridos pechos de Kyouyama, siguiendo con el recorrido que sus labios pretendían dar por aquel cuerpo lleno de curvas.
Cuando llegó a la parte intima de la mujer, le separó las piernas mientras se saboreaba los labios... estaba a punto de darse un festín...
Lanzándose de inmediato a probar las mieles de la mujer, hundió la cara entre las piernas de la rubia, devorando su sexo e introduciendo la lengua de forma casi desquiciada.
Ella intentó reprimirse, pero no pudo...
* Aaahh, es maravillosooo... *
Sus palabras no podían describir mejor lo que sentía, el contacto de la lengua del aquel hombre en la parte más sensible de su cuerpo hizo que los escalofríos la recorrían sin control.
Arqueó la espalda, sus piernas temblaron y los gemidos se volvieron gritos; la rubia había sido sacudida por el primer orgasmo de la noche, el primero de su vida y que llegó cuando Hao succionó el hinchado clítoris de una Anna que se aferró a los largos cabellos del shaman, no deseaba que él se alejara de su vagina... lo necesitaba.
Se recostó al lado de la sacerdotisa, siendo recibido en un débil abrazo mientras su rostro se llenaba de cortos besos de una chica que parecía no haber tenido suficiente.
* Annita, eres insaciable... *
Asakura mostró una lujuriosa sonrisa.
Claro que no había sido suficiente, Anna también tenia noches de inquietud, y a pesar de las intensas y morbosas atenciones del amo del fuego, ella aun no estaba totalmente satisfecha.
* ¿Estas lista, Anna?. *
Preguntó Hao, delineando los húmedos labios de la rubia, despojándose tranquilamente de cada una de sus ropas, mostrando su perfecto cuerpo y sobre todo.... el grueso pene que erecto se alzaba, ansioso por penetrar a la mujer.
Anna mantenía la mirada sobre aquel miembro varonil, le atraía y deseaba enormemente tenerlo dentro suyo.
* Y-yo, yo... nunca he estado con un hombre. *
Las palabras de Kyouyama no parecían ser una respuesta clara, aunque delataban perfectamente lo temerosa que estaba. Hao la observó con satisfacción, imaginaba que la rubia era virgen y escucharlo de ella misma hacia que la deseara aun más. La sintió temblar entre sus brazos cuando la sostuvo, acomodándose para penetrarla.
Con su mano, Hao tomó el miembro ya erecto, guiándolo a la cavidad femenina, moviendo circularmente la punta en la entrada, excitando y torturando a una chica que estaba desesperada por sentirlo dentro suyo.
Y lo hizo, la penetró lenta y suavemente....
* Aaahhh... Hao... *
Anna suspiraba de placer, se sentía invadida, pero feliz.
El avance era lento y delicioso, Asakura estaba disfrutando de cada segundo, de cada centímetro que lograba adentrarse; en tanto la sacerdotisa sentía como las paredes vaginales se amoldaban al tamaño del miembro del shaman.
El joven de largos cabellos se adentraba sin problema, hasta que sintió una frágil y delgada barrera que le impedía llegar a una promesa de placer. Empezó a moverse despacio, lo sacaba completamente y lo volvía a meter.
Sin esperar más, sin detenerse por Anna, hundió el pene en la vagina de la itako, rompiendo el himen y haciéndola sangrar ligeramente.
Las gemas negras de la rubia se tornaron blancas por la sorpresa...