Por:
Maeda Ai
. . . . . . . . . . .
.:: Capítulo 8 ::.
Un amplia sonrisa cruzaba el rostro del Shaman King, la mas fresca y radiante que pudiese expresar.
Estaba contento, no!, ¡increíblemente feliz!, pues apenas la noche anterior su prometida, su querida Annita por fin había sido suya. Habían hecho el amor de forma tal, que ya pasaban de las 12:00 p.m. y él recién había despertado. Había quedado agotado, pero feliz y satisfecho.
Despertar y tenerla a ella entre sus brazos. . . Kami, no podía pedir nada más, la tenía a ella y eso significaba tenerlo todo, todo!.
Contemplándola mientras dormía, tuvo fuertes deseos de hacerla suya de nuevo, despertarla con sus besos, acariciarla con suavidad y ternura, y perder la razón amándola.
Pero ahí estaba él. . . preparando el desayuno mientras la rubia seguía atrapada en sus sueños.
No quiso despertarla.
““Sería mejor si la sorprendo con el desayuno en la cama””.
Pensó. Si, eso y que ella lo mataría si el Asakura creía que podía olvidarse de todos sus deberes tan solo por el hecho de haber pasado la noche juntos.
Pequeñas cascadas de lagrimas se deslizaban por las mejillas del shaman, al imaginar las torturas de su amada compañera. La conocía bastante bien, ¿quién podía conocerla mejor?, ¿quién?. . .
Y como si el destino lo hubiese escuchado, le mandó la respuesta. . .
Un poder espiritual se sintió de pronto, no!, simplemente aumentó para dejarse sentir de golpe. Era una presencia inconfundible, penetrante, fría y aterradora.
* ¡Hao!. *
Yoh apenas fue capaz de pronunciar aquel nombre; sus pupilas desteñidas por la sorpresa. Se quedó inmóvil.
No, no podía ser. . . ¿es que acaso no había muerto?.
Pero lo que realmente lo aterró, fue que el poder del shaman de fuego provenía de la habitación donde estaba Anna. . .
* ¡Maldición, no!. *
Desesperado, Yoh subió corriendo por las escaleras, oprimiendo con fuerza su Harusame.
No le gustó nada lo que vio al abrir la puerta. . .
* ¿Qué tal, hermanito?, tanto tiempo. . . *
El castaño de largos cabellos lo saludaba como si se tratase de una simple visita de cortesía.
Lo miraba con superioridad y una sonrisa burlona plasmada en el rostro, mientras sostenía a la rubia entre sus brazos.
* Suéltala. *
Gritó el menor de los gemelos, desenvainando su espada; estaba asustado, pero iba a protegerla.
* No, no lo haré. Asakura. . . tienes algo que es mío. *
* Maldita sea, ¿aun quieres mi alma?. *
Hao sonrió divertido ante lo ciego que resultó ser su otra mitad.
¿Qué no era bastante claro?, o tenía que explicárselo con manzanitas?.
* Tu alma ya no me interesa... he venido por ella, por mi mujer... Anna es mía, la tuve entre mis brazos una noche antes que tu, hermanito. Fui su primer hombre, ¿no sabías?. *
* ¿Qué... qué dices?. *
Toda la ira que sintiese el Shaman King, se vino abajo, siendo reemplazada por la confusión e incertidumbre.
Posó sus ojos en Anna. No, no, Hao no podía estar hablando en serio, quería provocarlo, solo eso. Pero al buscar la mirada de la itako, esta seguía fija sobre el piso, incapaz de mantener el semblante en alto.
* Anna, ¿es eso verdad?, dime que no. *
Preguntó Yoh, más fue el silencio de la chica su única respuesta, mientras ella ocultaba sus ojos con los dorados cabellos que caían sobre su rostro.
* No puede ser. . . ¿por qué?. *
Hao lo miraba triunfante. Lo disfrutaba, oh si, disfrutaba hacer sufrir a su hermano y más aun viéndolo derrotado.
* Bueno, ahora que todo esta aclarado, Annita y yo nos tenemos que ir. *
* No te lo permitiré. * _El moreno de largos cabellos arqueó una ceja al escuchar las palabras del menor._ * No dejare que te la lleves, Anna es mi prometida. *
* Lo siento mucho, pero no te estoy pidiendo permiso. *
Yoh apretó fuertemente los dientes, empuñando su espada.
No dejaría que él le hiciera daño a la sacerdotisa. Por ahora solo importaba que estuviese a salvo y a su lado, ya después vendrían las explicaciones.
Más apenas dio el grito de batalla, Hao desapareció en una estela de fuego, entre risas de victoria, llevándose a Anna con él.
Yoh cayó de rodillas sobre el piso.
Estaba confundido, todo su ser era una mezcla volátil de sentimientos encontrados. . .
decepción, rabia, dolor y tristeza. Y por primera vez en su vida, no sabía que hacer.
~*~
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* Eres un maldito bastardo!!. *
Fueron las palabras, casi gritos, que la rubia le dedicó al shaman de fuego, poco antes de impactar su mano en la mejilla izquierda del moreno.
Toda su ira y su dolor, iban en ese golpe que para Hao no significó nada.
* ¿Ya te sientes mejor?. *
Preguntó él, curioso por saber si su compañera creía estar logrando algo con su comportamiento.
* ¿Por qué lo hiciste?. *
La voz de la itako sonó más tranquila, aunque su mirar seguía lleno de ira.
* ¿Por qué lo hice?, ¿por qué lo hice?. . . ¿por qué lo hiciste tu?. *
Esta vez fue Hao el que perdió el control.
¿Cómo se atrevía a cuestionarlo en su proceder?. Ella no tenía ningún derecho a reclamar, no cuando el único afectado era él.
* Tu eres mía, Anna. ¿Por qué te entregaste a otro?. *
El moreno la sujetó fuertemente por los brazos, clavando sus oscuros ojos en los de ella, mirándola lleno de furia, decepción. . . dolor. En cambio, el semblante de la rubia era de sorpresa, mezclado con un inexplicable sentimiento de culpa.
* E-él es mi prometido, estábamos en nuestro derecho. *
Anna giró el rostro a un costado, como si su propia justificación no fuese suficiente, aun para ella.
* Tu eres mía. . . y eso vale mas que un maldito compromiso. *
Hao la tomó por los cabellos, obligándola a mirarlo.
Había tristeza en los negros ojos de la sacerdotisa. Jamás quiso que las cosas llegaran a este punto. ¿Cómo hacerle entender a Hao?. . . que lo que tuvieron juntos, por muy intenso y hasta especial que haya sido, solo fue por un momento, solo eso.
No creyó que fuese a encapricharse con ella.
* No es un capricho, no lo es. *
La voz del moreno sonó suave, un poco mas tranquilo por haber divagado en los pensamientos de la rubia mujer.
* ¿Qué, qué haces?. *
Anna se estremeció al sentir como los labios del shaman, recorrían su cuello, mordiéndolo suavemente.
* Voy a borrarlo de tu cuerpo. *
* ¿Qué dices?. *
* Serás mía, esta vez, para siempre. *
Y la itako no supo si el estremecer de su cuerpo era por miedo o por emoción.
Cerró los ojos. . . no importaba.