Por:
Maeda Ai
. . . . . . . . . . .
.:: Capítulo 10 ::.
* Así que después de todo, si somos iguales. *
Escuchó a sus espaldas, esa voz sarcástica y desagradable llegando a sus oídos, llenándolo de rabia.
Pero él tenía la culpa, ¿no?. ¿A qué se había quedado?, ¿por qué estaba frente al jardín?. ¿Acaso aguardaba a que la pareja se percatase de su presencia?, creía que esto se resolvería hablando?.
““Las palabras no resolverán nada.””
Pensó el castaño, empuñando a Harusame.
* Tu y yo no somos iguales. *
Dijo Yoh entre dientes mientras se ponía de pie y enfrentaba a su hermano mayor.
¿Qué no eran iguales?. El shaman de fuego no opinaba lo mismo, después de todo, no hace mucho que él estuvo en la misma situación de su gemelo.
Traicionado, humillado al ver que su mujer se acostaba con otro y luego, esperó el amanecer para actuar. ¿Acaso no es exactamente lo mismo que Yoh estaba haciendo?.
* Tu también eres voyeur. *
* Maldito, imbécil. *
El menor de los Asakura podía sentir como le hervía la sangre; Hao se estaba burlando de él y sinceramente era ya demasiado cómo para soportarlo.
Había venido aquí, guiado por la presencia del amo de fuego. ¿Y para qué?: para salvar a la mujer que amaba?, pues por lo que pudo ver, Anna no estuvo en peligro en ningún momento, por el contrario, se veía muy feliz en brazos de Hao.
Pero Yoh no se había quedado a ver todo el espectáculo, oh no!, vino afuera para ahogarse en su dolor, convencido de que Anna tan solo había jugado con él.
* Esa linda rubia jugó con los dos. . . también en eso somos iguales. *
El mayor hizo una pausa mientras sonreía con una mezcla de ironía, nostalgia y hasta felicidad.
* Y los dos estamos enamorados de la misma mujer. *
* Ja. . . ¿tú que sabes del amor?. *
Algo en las palabras de Yoh no le gustó a su hermano.
Entonces, con el semblante lleno de ira, Hao invocó al espíritu de fuego y lo convirtió en espada.
* Pelea. *
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Despertó de golpe, asustada.
El choque entre dos fuerzas espiritistas la sacó de los sueños.
* No puede ser. *
Susurró al tiempo en que abandonaba la cama y se vestía, completamente conciente de lo que estaba pasando sin la necesidad de verlo con sus propios ojos.
Al salir, fue testigo de cómo los hermanos peleaban con toda su fuerza.
En sus rostros idénticos, pudo notar la ira, la rabia que los controlaba; ambos fueron cegados por los.
* ¡¡Deténganse!!. *
Les gritó con voz autoritaria, cómo la mujer indomable que era, más ninguno de los shamanes parecía haberse percatado de que ella estaba ahí y seguían agitando sus espadas con fuerza y rencor.
En Hao era común ver la expresión sádica y sanguinaria durante las batallas, pero con Yoh. . . la itako en verdad desconocía a su prometido, cuyos ojos desteñidos por la ira lo hacían parecerse todavía más a su hermano mayor.
¿Pero como quería ella que se detuviese?. La palabra “furioso” no alcanzaba a describirlo.
Humillado, traicionado, dolido. . . su corazón estaba roto en pedazos y lo único que quería era borrar a Hao del mapa por el simple hecho de haberle quitado a su amada Annita.
““De él puedo entenderlo.””
Pensaba la rubia mujer, conciente y avergonzada de su infidelidad al Shaman King.
““Pero de Hao. . .””
Si bien el shaman de fuego siempre tenía esa temible y desquiciada mirada cuando peleaba, la rubia pudo notar un brillo inusual en los ojos oscuros del muchacho.
* Yoh debió decirle algo que lo hizo enfurecer. *
Susurró la mujer, sin imaginar que sus palabras estaban rayando la realidad.
El menor de los Asakura había puesto entredicho los sentimientos de su hermano. ¿Qué sabía él de su sentir por la bella sacerdotisa?.
Anna era la mujer que Hao quería tener a su lado y sencillamente jamás se la entregaría al estúpido de su hermano. . . jamás.
La pelea parecía muy reñida, pero el mayor de los gemelos desbordaba una ira nunca vista.
Con un hábil movimiento que solo la experiencia puede otorgar, Hao venció a su hermano cuya espada había volado lejos.
* Prepárate. *
Le dijo el shaman de fuego; una sonrisa victoriosa cruzándole el rostro.
Y justo iba a darle el golpe final a su débil reflejo, cuando la escuchó a ella, a Anna. . .
* Yamete. . . onegai. . . Hao, no sigas. . . *
La itako lo miraba suplicante, sus lindos ojos negros desesperados porque esta absurda pelea se detuviese.
Todo esto era su culpa pero no podía soportar ver cómo esos dos hombres a los que tanto quería, luchaban con todas sus fuerzas con el único propósito de hacerse pedazos el uno al otro.
* N-no... necesito... tu lastima. *
Le decía Yoh a la Kyouyama mientras trataba con dificultades en ponerse de pie.
* Mucho menos... que finjas preocuparte po-por mi cuando tan solo te has reído de mis senti... mientos hacia ti. No puedo creer que... me dejé envolver por una mujerzuela... porque eso es lo que eres... una chica fácil, una perr. . . *
Pero el shaman no pudo continuar, pues el demonio de fuego le había pateado justo en la cara, lanzándolo a varios metros de distancia.
* No permitiré que le hables así a mi mujer. *
Gritó el mayor mientras, posando la mirada sobre su hombro, veía como la sacerdotisa lloraba llena de tristeza.
Anna se llevó las manos a la boca, tratando de impedir que los sollozos escapasen. Le dolían las palabras de su prometido y sin embargo, muy en el fondo de su corazón, sentía que no tenía derecho a reclamarle nada o sentirse indignada.
Era su conciencia que nunca la dejó tranquila, pero que ahora le oprimía el pecho sin piedad.
Más con todo y eso no se sentía del todo culpable, tampoco se arrepentía, es cierto que al principio solo buscaba y ansiaba el placer de la carne, ese placer que Hao le ofreció y que Yoh le regaló también, pero ahora. . .
““Es diferente. . . simplemente me enamoré de él.””
Este pensamiento cruzó la mente de la sacerdotisa, más no tuvo mucho tiempo para seguir divagando en recuerdos. . . los hermanos Asakura habían vuelto a la pelea.
Hao estaba ganando, si sería la ira que desbordaban sus oscuros ojos lo que al mayor le estaba dando la victoria, o quizás fue esa ira que Yoh compartía lo que lo estaba hundiendo en la derrota.
No estaba seguro, no lo sabía, lo único seguro en ese momento era que de continuar así, Hao mataría a su hermano. Después de todo, para nadie era secreto que el shaman de fuego era inimaginablemente fuerte. Y eso era justo lo que estaba ocurriendo frente a sus ojos.
Yoh nuevamente tirado en el suelo, había agotado su poder espiritual y no era capaz de mover siquiera un dedo.
En cambio Hao sonreía con burla y satisfacción, iba a darle el golpe definitivo a su gemelo.
Eso, Anna pudo leerlo en su mente.
* No, Hao, detente. . . no lo lastimes. *
Le gritó la itako, desesperada, pero el demonio de fuego, loco de ira, no la escuchó, blandió su espada carmesí y se abalanzó contra su hermano. . . pero no pudo siquiera tocarlo. . .
* An. . . ¡¿Anna?!. *
La voz del shaman sonó entrecortada.
Sus pupilas habían perdido el color a causa de la sorpresa y temblaba ligeramente mientras veía como la hermosa mujer caía lentamente.
El rojo de su sangre había manchado su vestido blanco.
Sus dorados cabellos se esparcieron sin remedio en el suelo mientras los Asakura veían asombrados, incrédulos y asustados la escalofriante escena.
Anna se había interpuesto entre los gemelos y Hao terminó por herirla, cosa que nunca, jamás quiso hacer, pero no fue conciente de Anna hasta que la travesó con la espada.
Ambos muchachos respiraban agitados sin decir palabra alguna y Anna no se movía, Anna. . . no despertaba.