Por:
Maeda Ai
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.:: Capítulo 4 ::.
Degustaban el desayuno en silencio.
¡Cuidado aquel que hablara!, porque seguro la rubia itako le lanzaba a la cabeza lo primero que encontrase, pues no se veía de muy buen humor.
De cualquier forma, cada uno de los que rodeaba la mesa padecía su propio drama.
La sonrisa de Yoh estaba a medias, Ren se limitaba al arroz, sin prestar atención a los demás, Horo Horo se llenaba la boca hasta hartarse, en tanto Ryu y Chocolove comían mirando a sus demás amigos, cómo pensando en algo bueno que decir y tratar de romper ese terrible silencio que los envolvía, Manta miraba de vez en cuando a cada uno de sus amigos, notándolos extraños y en cuanto a Lyserg. . .
Ahh, bueno, él sostenía su plato, más no probaba bocado aun, sus ojos se hallaban clavados en los de la bella mujer frente a él. Los recuerdos de la noche anterior estaban vivos en él.
Estaba embobado y hubiese seguido feliz reviviendo la mejor experiencia de su corta vida, de no ser por la pesada voz que, en un susurró, le dijo. . .
* Si no dejas de mirarla, date por muerto. *
Sentado justo al lado de la rubia, Hao Asakura lo miraba con fuego en los ojos. El peliverde frunció el ceño y sin decir nada, desvió su mirar para luego dedicarse a consumir el arroz en su plato; al parecer nadie había notado aquel pequeño incidente.
Pero si Hao iba a matar a todo hombre que mirase sospechosamente a la mujer de ojos negros, entonces el inglés no sería el único muerto esa mañana, sin duda, Ren Tao lo seguiría al otro mundo si no despegaba su mística mirada de la chica en cuestión, antes de que el shaman de fuego se diese cuenta.
Todo continuó en absoluto silencio, cómo si nadie se hubiese dado cuenta de que algo extraño estaba pasando justo frente a sus narices.
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* Anna, tenemos que hablar. *
La sacerdotisa se giró a ver al inglés, lo notaba extraño, más que nada por qué al fin la estaba llamando por su simple y sencillo nombre.
Lyserg estaba desesperado, se sentía culpable pero ansiaba sentirla nuevamente entre sus brazos. Y era ese bendito sentimiento, necesidad que le nació por ella, lo que lo preocupaba. Porque no podía sacársela de la cabeza, así cómo el hecho de que su amigo Yoh aun sentía algo por esa linda mujer.
La itako parpadeó un par de veces.
* ¿Conmigo?. *
Preguntó confundida, ellos nunca hablaban.
* No sé de que, pero. . . *
* Sobre lo de ayer!!. *
La rubia parecía sorprenderse, se notaba incomoda.
* Más precisamente de lo que pasó entre tu y... *
* No se lo digas a nadie. *
La voz de la itako lo interrumpió, exigiéndole guardar ese secreto.
* No menciones una sola palabra de lo que viste u oíste, ¿entiendes?. *
* Pero, Anna, es que yo. . . *
* No tengo nada más que hablar contigo, Diethel. *
La mujer simplemente dio media vuelta, dejando al muchacho con la apalabra en la boca.
Lyserg entendía que ella no deseara que los demás se enteraran, pero era importante que hablaran sobre lo que hicieron.
* ¿Por qué estas desesperado por hablar con ella?. *
El inglés abrió los ojos con sorpresa, girando el rostro tan solo para encontrarse con la pesada mirada de Ren Tao.
* Na-nada importante. *
* ¿En serio?, parecía todo lo contrario. *
* No te importa, ¿de acuerdo, Ren?. *
Lo último fue casi una amenaza que no hizo sino aumentar las sospechas del joven chino, quien miraba curioso cómo su amigo se alejaba por los pasillos, hasta desaparecer de su vista.
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Sentada en el pasillo de madera frente al jardín, la sacerdotisa no quería admitirlo, pero estaba preocupada, no quería ni pensar en la posibilidad de que los demás se enteraran de lo que había estado pasando en los últimos días, no es que le importase “el que dirán”, pero. . .
* No sé cómo reaccione Yoh, además dudo mucho que cualquiera de ellos me entienda, y si Lyserg dice algo, no. . . *
* ¿No qué, Anna?. *
La Kyouyama sintió cómo si su corazón se hubiese detenido por un instante; creyó que estaba pensando lo que en realidad sus labios pronunciaron. Y no tenía que girarse para saber que aquella voz le pertenecía a Tao Ren.
* Hay algo extraño en ti, ¿sabes?. *
La rubia no le dirigía ni la palabra, ni la mirada, fingía seriedad cuando en realidad se estaba muriendo de nervios.
Ren era muy listo cómo para dejar pasar algo por alto.
* Lyserg sabe algo que tu no quieres que él diga, me pregunto: ¿que será?. Qué yo sepa apenas y se hablaban y ahora él. . . *
La chica frunció el ceño. ¿Desde cuando ese shaman se había vuelto un chismoso?.
Anna se puso de pie, dispuesta a retirarse y no seguir escuchando las acusaciones del chino, más apenas dio el primer paso, este la sujetó por el brazo.
* ¿Qué pasa contigo, Anna?. *
* Suéltame!!. *
La rubia se giró inmediatamente, estaba furiosa; reaccionó casi por instinto o costumbre, estampando su mano izquierda en el rostro del shaman.
Al escuchar la furiosa voz de la sacerdotisa, los demás salieron a ver que pasaba, pero lo único que vieron fue a un Ren con la mejilla roja y a una Anna que se iba por los pasillos, maldiciendo a todo y a todos.
* ¿Qué le hiciste, Ren?. *
Preguntó Yoh, extrañado de que su amigo hubiese discutido con la joven de dorados cabellos, pero el chino guardó silencio, pensando que definitivamente, esa mujer estaba más agresiva de lo normal.
Mientras tanto, Hao ya planeaba cómo torturar al chico Tao por acercarse a la sacerdotisa.
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Disfrutaba de un baño en las aguas termales. Aunque ya era un poco tarde para eso, esto le ayudaba a relajarse.
* No entiendo por qué me importa tanto lo que ella haga o deje de hacer. *
Se decía a si mismo el heredero Tao.
“”¿A quien engaño?, la quiero desde la primera vez que la vi, yo. . .“”
Los pensamientos del muchacho eran una tortura.
Esa mujer era un ángel inalcanzable. Muy en el fondo de su corazón guardaba una esperanza al saber que el compromiso que la ataba al shaman king, se había disuelto.
Pero ahora venía y se encontraba con que la rubia mujer tenía un secreto que solo Lyserg Diethel sabía. Se sentía cómo un completo extraño en la vida de la Kyouyama.
* Bueno, no es que seamos los mejores amigos, hemos conversado muy pocas veces, pero. . . *
Ren salió de su ensimismamiento al escuchar un chapoteo.
Abrió los ojos y no podía creer lo que veía. . . la única mujer que le robaba el sueño, ahí entre las aguas tan cerca de él, con tan solo una pequeña toalla cubriendo su fino y perfecto cuerpo, mirándolo de forma seductora.
* A-Anna, ¿qué haces?. . . *
* Ren, yo. . . siento mucho lo de hace rato, solo, solo quiero disculparme contigo. *
El chino casi se va de espaldas al oír aquello. Esa no era la mujer de hielo que el conocía, se estaba comportando de forma extraña.
* E-escucha, Anna. . . E-esta bien, disculpa aceptada, pero no tienes que ir semidesnuda por ahí para que yo te. . . *
* Es que, tu solo estabas preocupado por mi y yo. . . fui muy grosera contigo. . . déjame compensarte por ello. *
Esto ultimo estremeció al chico, Anna se le estaba insinuando y él. . . simplemente se quedó paralizado al sentir cómo la rubia deslizaba su dedo índice sobre su pecho, comenzando a delinear los marcados músculos.
* A-Anna, qué te?. . . *
Aquella frase inconclusa fue la última defensa del shaman, defensa que se desvaneció por completo cuando la Kyouyama posó sus tibios labios sobre los de él.
Ren cerró los ojos, dejándose llevar, esto era algo que deseó desde siempre y no la iba a dejar ir.