Por:
Maeda Ai
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.:: Capítulo 14 ::.
Los ojos del peliazul se destiñeron a causa de la sorpresa.
Todos estaban reunidos en la estancia y además en pos de pelea, pero no fue eso lo que tomó por sorpresa al ainu, fue más bien el ver a Anna justo en el centro de todo ese caos. Y es que el caos no era Anna. . . sino dos.
Ambas con su mirada pacifica, adormilada e indescifrable.
* Así que eras tu *
La voz de la itako sonó tranquila mientras su reflejo sonreía con burla. Había sido tan divertido.
* Tardaron mucho en darse cuenta, en especial tu. Se supone que son shamanes y no fueron capaces de percatarse de que había un fantasma extraño en la pensión. . . si que son patéticos. *
La sacerdotisa ni siquiera se inmutó con aquellas palabras, sin embargo los muchachos parecían no compartir esa serenidad.
Habían estado tan ocupados tratando de perseguir a la itako que se olvidaron de todo lo demás.
* Pero no eras tu. . . ¡era yo!. *
El espíritu llamó la atención de todos con esas palabras. Entonces eso quería decir que. . .
* Adivinaron!. Y yo que temí ser demasiado obvia. *
Una traviesa sonrisa atravesó el rostro de la Kyouyama.
* Eres un espíritu que puede tomar la forma de cualquier persona; tu falsa apariencia es tan perfecta que engañas a los demás y les robas la energía.*
* Pero les dejo un dulce recuerdo. *
La itako sonrió entonces ante el descaro del espectro frente a ella.
* Claro, sueños eróticos. *
No era un regalo, sino el medio para obtener lo que quería. Y sin embargo, no había engañado a todos los shamanes, ¿por qué?.
Bueno, tan sencillo cómo el nivel del poder espiritista, no podía comparar a Chocolove con Hao, la diferencia era descomunal, simplemente no podría engañar al shaman de fuego, además, si tanto él cómo Yoh ya habían estado con la sacerdotisa, iba a ser imposible engañarlos si ya habían tenido intimidad con la rubia mujer.
Aunque igual hubo un par de jóvenes que no le interesaron: Manta y Ryu; podía ser un espíritu, pero igual fue una mujer, muy vanidosa, eso era obvio.
También estaban la obsesión y el desesperante anhelo, aquellos que la ansiaban con deseo y no tenían la más mínima oportunidad con la mujer, caerían tan fácilmente, cómo resultó con Ren.
* Pero debes darte un poco de crédito, mujer. . . eres muy hermosa, ¿no es esa suficiente razón para copiar tu imagen?, nadie se resistiría a ti. *
Anna sonrió con satisfacción ante aquellas palabras que le inflaban el ego.
Cerró los ojos, divertida, olvidándose de que ese fantasma descarado se había atrevido a usar su apariencia para engañar a todos los hombres que estaban en la pensión.
* ¿Cómo te llamas?. *
Preguntó la rubia itako, sosteniendo fuertemente su rosario mil ochenta.
* ¿Realmente importa?. *
* No, pero me gustaría que dejaras de verte cómo yo y te mostraras tal cual eres. *
Y concediendo el deseo de la Kyouyama, el espíritu mostró ante todos su verdadera forma, una joven de opacos ojos azul cielo y largos cabellos, negros cómo la noche; no representaba más edad que la misma Anna.
* ¿Ahora si me dirás tu nombre?. *
* Ie, no puedo. . . ya he olvidado todo sobre mi, solo se que morí en este lugar hace tantos años y aun no puedo alcanzar el descanso. Pero tu puedes dármelo. . . hazlo!. *
La sacerdotisa frunció el ceño. Maldición, no podía creer que todo este caos había sido tan solo por llegar a ella y obligarla a que le mostrase el camino al más allá.
* Con pedirlo hubiese bastado. ¿Sabías que puedo simplemente borrar tu alma?, serías parte de la nada. *
* Pero fue divertido. *
* Tal vez para ti. . . no hables por mí. *
Así, mientras la chica fantasma sonreía, la Kyouyama tenía una expresión de fastidio en su bello rostro.
Anna extendió el mil ochenta, rodeando a la que fue su copia. La rubia entró en trance y recitó el conjuro que envió a la chica a su anhelado descanso, desvaneciéndose ante la mirada de todos los shamanes.
La itako suspiro hondo y se giró a ver a los hombres que la rodeaban. Furia, verdadero desprecio para cada uno en su mirar.
* No puedo creer que no hayan sido capaces de darse cuenta de que esa mujer no era yo, que ni siquiera era real. *
Y no la culpaba a ella, oh no!, los culpaba a ellos por estar tan ciegos.
¿Cómo pudieron creer que ella realmente se les había ofrecido así nada más?. Ante todos, la Kyouyama se había convertido en la ramera del grupo y ellos habían estado muy conformes con ello.
Ahora entendía por qué se sentía vigilada las veinticuatro horas del día, los hombres allí solo buscaban revolcarse con ella otra vez, incluido Yoh; de Hao no le sorprendía, eso era normal.
* No saben cómo los odio. . . ¡a todos!. *
Apenas gritó aquellas palabras, la Kyouyama subió a su habitación, dispuesta a hacer su maleta y largarse de una buena vez. Media noche, ¿qué importaba?, no aguantaría estar un momento más ahí, no podía ver a los ojos a ninguno de los shamanes. Por más que quisiera, ella no podía borrar los recuerdos de la mentira que vivieron.
A Yoh no podía ni verlo, estaba muy avergonzada, aunque ya no le debía fidelidad alguna, aun así. . .
* ¡Me acosté con su hermano!. *
Anna apretó los dientes, un nudo en la garganta la incitaba a llorar, más se resistía a ello.
* ¿Qué haces?. *
* Lo que ves. *
Apenas entró a la recamara de la chica, Hao dobló los labios.
Así que ella pensaba huir, por favor!, esa no era la Anna que él conocía, la que amaba.
* No puedes!. *
* Solo mírame. *
La chica tomó una maleta con lo poco que podía llevarse; encaró al Asakura, intentando pasarlo de largo, más él la tomó con fuerza por el brazo, impidiéndole avanzar más.
* ¿Por qué?. *
* Qué no es obvio?, no tengo nada que hacer aquí. *
* Maldición, Anna, ¿no me digas que no puedes simplemente enfrentarlos?. *
* Me siento avergonzada. *
* No tienes por qué. *
La sacerdotisa desvió la mirada, para el moreno era muy fácil, él fue el primero, Ren y los demás realmente no le importaban mucho a la rubia, lo que pasó con ellos, mejor dicho, lo que ellos creyeron que pasó, no era culpa suya.
Pero Yoh y el ainu eran punto y aparte.
La itako sentía que había traicionado al menor de los gemelos, aunque no fuese así realmente, por otra parte, Horo Horo. . . Anna se había enamorado de ese idiota, y él sentía que ella había jugado con sus sentimientos.
* Para ti es fácil, fuiste el primero. *
* Eso crees?. *
El joven de largos cabellos la miró con furia.
* ¿Crees que no me importa saber que has estado entre los brazos de otro hombre?, me hierve la sangre de solo pensarlo. *
La rubia lo miró con tristeza, el nudo en su garganta dolía más ahora, con un hilillo de voz, tan solo fue capaz de decir. . .
* Lo siento mucho, pero no puedo quedarme aquí. *
El shaman de fuego quiso decir algo, que se irían juntos, que no le importaba nada a excepción de ella, más la itako se safó de su agarre.
A paso apresurado y firme, Anna salió de la habitación y poco después de la pensión, mientras desde la ventana, cierto chico de azulados cabellos la veía partir.
Horo Horo quiso detenerla, pero su orgullo pudo más.