Por:
Maeda Ai
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.:: Capítulo 12 ::.
Silver miraba fijamente a la rubia mujer, ir y venir por la habitación, arreglando cosas, trayéndole el almuerzo, tratando de hacerlo sentir cómodo.
Esa no era la vida que el Asakura quería darle. . . ajetreada.
Él no era más que una carga para su esposa, él. . . solo le había dado preocupaciones y eso fue algo que el castaño entendió con esta enfermedad.
““Pero creo que siempre fue así.””
El moreno cerró los ojos, recordando que Anna nunca fue realmente feliz con él. Ella sufrió mucho por las habladurías de la gente, además no pudieron tener hijos.
De haber sabido que este matrimonio sería tan tortuoso para ella, Silver jamás la hubiese atado a él.
* ¿Estás dormido?. *
El pelilargo abrió rápidamente los ojos al escuchar la dulce voz de su esposa, quien, de rodillas junto a la cama, le sujetaba la mano entre las suyas tan pequeñas. Él sonrió al ver la sortija en el dedo anular de la rubia, esa prueba de que ella le pertenecía a alguien. . . y ese alguien era él.
Pero Anna pronto sería libre y, tan joven y hermosa como solo ella, podría conseguirse un nuevo amor, un hombre joven que la protegería y la complacería como él mismo no pudo.
* Tal vez… debas dejar de usar esa sortija. *
La Kyouyama soltó, abruptamente, a su marido, asustada y sorprendida por semejantes palabras.
Escondió las manos tras de sí, como protegiendo el vendito anillo, para luego doblar las cejas, enfadada.
* Todavía no estás muerto!. *
* Pero cuando lo este, te desharás de… *
* Sabes que no, jamás lo hare!!. . . *
Anna terminó gritando, más que furiosa por esa insoportable actitud que Silver había adoptado de un tiempo a la fecha. Ya no podía con esto y él solo la lastimaba, recordándole una y otra vez que pronto volvería a quedarse sola.
Con impotencia, la rubia de ojos negros bajó la mirada; un par de lágrimas recorrieron sus mejillas hasta caer sobre la fina alfombra.
* No llores, sabes que no soporto ver que lo hagas. *
* Pues entonces… ¡deja de actuar como si ya no estuvieses aquí!. *
Ella alzó el rostro, la ira se había ido, dejando a cambio una profunda tristeza que opacaba sus lindos ojos.
* Vamos, no llores más, ven aquí. *
Silver le sonrió de tal manera, que hizo a la chica sonrojarse y no tardó en reunirse con él en la cama, abrazándolo con todas sus fuerzas hasta casi sofocarlo.
Y le llenó de besos el rostro, como la mujer enamorada que era, incapaz de ocultar ese sentimiento que la llevó a aceptar esa sortija y darle todo de si a este hombre.
Más entonces, al sentir los labios de su esposa sobre los suyos, el Asakura se hundió en la impotencia y la tristeza. Hacia tanto que no hacía el amor con su mujer.
No podría, ahora que esperaba pacientemente la hora de su muerte, Silver bien sabía que no tenía el vigor para hacer gozar a su amada como ella merecía y deseaba. Esa mujer era fuego en la cama, y él. . .
““No puedo aliviar más ese fuego.””
Tras este pensamiento, el moreno cerró los ojos, prefiriendo fingirse cansado, antes que ver, una vez más, como Anna se quedaba con las ganas de tener relaciones, frustrando su deseo.
* Cariño, ¿podrías… traerme un vaso de agua?. *
Una sonrisa adornándole el apuesto rostro, provocó el carmín en las mejillas de la rubia, quien poco tardó en abandonar la recamara, en busca de esa agua que, ella sin saber, el castaño no necesitaba.
Pero feliz, la mujer reconocía que no tenia defensa alguna ante las sonrisas de su esposo. La derretía esa calidez que le expresaba, la derretía y se sintió tan feliz al ver que ella aun era vulnerable a esos pequeños detalles.
““Si, lo amo… tanto o más que la primera vez.””
Pensaba, feliz de haber experimentado ese sentimiento con un hombre tan maravilloso como lo es Silver.
Con vaso en mano, la rubia no tardó en volver a la recamara, más se sorprendió al ver que su esposo yacía tranquilamente dormido.
* Estas cansado, lo sé… siento… causarte tantos problemas. *
Susurraba para sí la bella mujer, acercándose al lecho y besando la frente de su esposo.
* Soy una inconsciente, debería dejarte descansar, pero me encanta estar a tu lado. *
La Kyouyama acomodó un mechón de largo cabello castaño; una sonrisa adornándole el rostro.
* ¿Qué voy a hacer sin ti?, eres el único hombre que he amado… *
Anna dobló las cejas con tristeza.
* Jamás volveré a enamorarme. *
Susurró la rubia, soltando la mano de su esposo y abandonando la recamara poco después, sin saber que el Asakura la había escuchado y que sus palabras lo hicieron sentir culpable. . . y él hombre más miserable del mundo.