Por:
Maeda Ai
. . . . . . . . . . .
.:: Capítulo 20 ::.
La Kyouyama lloraba desconsoladamente; lo había hecho durante los últimos tres o cuatro días y no parecía tener intenciones de dejar de hacerlo.
Sobre el amplia cama, abrazando una almohada, Anna derramaba sus ilusiones en cálidas y saladas lágrimas que terminaban secándose en las suaves y finas cobijas.
Y desde el marco de la puerta, Silver no podía más que ser testigo del dolor de su joven esposa. La razón, una vez más: los hijos que jamás tendrían. El culpable, como siempre. . . él.
Primero porque él no podía darle hijos, aunque la misma rubia creyese que era ella la que no podía, y luego, al querer adoptar y él negarse. . . bueno. . . la mujer terminó llorando desconsolada. Sin probar bocado y sin la más mínima intención de dirigirle la palabra al causante de su desdicha.
* Anna, yo… *
* Calla!!… por favor, déjame sola… *
* Pero es que… debemos hablarlo, nosotros… *
* ¡¡Qué te largues!!. *
Anna terminó por gritarle. Aquella era quizás la primera vez que la rubia le alzaba la voz a su marido, al que ella amaba y respetaba tanto, pero es que ahora en verdad estaba dolida y furiosa con él.
Sin embargo, Silver no tardó en compartir aquella emoción.
Iracundo, se acercó donde la mujer, arrodillándose sobre la cama para luego sujetarla de forma brusca, sacudiéndola con fuerza.
* Por qué me tratas así?. ¿No te he tratado como a una reina?, ¿no te he llenado de joyas, lujos y comodidades?, ¿no te he dado un estatus?… *
El moreno se detuvo un segundo, meditando sus siguientes palabras.
* ¿No te he dado todo mi amor?… dime, Anna… ¿no te he dado todo lo que has querido?… *
Hubo silencio por contados segundos que se sintieron eternos, hasta que la Kyouyama, con lágrimas en los ojos, no pudo más que responder a la última pregunta del castaño.
* Todo, me has dado todo… menos un hijo… *
Algo en el moreno no aguantó tales palabras. Sus ojos se contrajeron, destiñéndose. Estaba furioso y como tal se desquitó con la chica.
Sus grandes manos oprimieron los frágiles hombros de Anna, lastimándola, luego la arrojó sobre la cama. Ella gimió ante la brusquedad de su marido, pero no tuvo tiempo para defenderse o al menos protestar, pues el pelilargo se posó sobre ella, apretándola entre la cama y su pesado y musculoso cuerpo.
* Q-qué crees que hac…?. *
La voz de la rubia se apagó, pues su boca fue tomada con voracidad, incluso el moreno le mordió el labio inferior, lastimándola.
* Si-Silver, para… no!!… *
Pero el Asakura no escuchaba, estaba cegado por la furia y lo único que quería demostrar en ese momento era que podía dominarla.
¿Quería ella tener hijos?, pues en ese instante se pondrían a trabajar en ello. . .
““Aunque sea inútil.””
Tras este pensamiento, Silver desgarró fácilmente la ropa de la mujer hasta dejarla solo con ropa interior. Su propia ropa no tuvo mejor suerte.
El moreno no paró hasta tener ante si a su bella esposa, desnuda. Sus oscuros ojos se hallaron opacos por la lujuria, y sin esperar más, se posó encima de ella, aplastándola bajo su imponente cuerpo.
Anna difícilmente podía respirar, más no podía preocuparse por ello, pues las toscas manos de su esposo la recorrían sin la más mínima delicadeza, yendo y viniendo por las curvas de ese lindo cuerpo femenino, sintiéndola, amoldándola, quemándola con su brusco toque.
Gruesas lágrimas resbalaron por sus mejillas. Estaba desconsolada y llena de tristeza; Silver nunca la había tratado así, y ahora su toque antes dulce y tierno, era brusco y cargado de lujuria.
Lo peor para la rubia fue darse cuenta que aquellas toscas caricias le estaban brindando mucho placer.
* Ma-Matte!!… ahh, ahh!!… *
La mujer no pudo evitar que los gemidos escapasen de sus pequeños labios.
Silver sonrió complacido, y entonces, con la virilidad tan endurecida como una piedra, se posó entre las piernas de su esposa, empujando con fuerza y profundidad, penetrándola completamente con una sola estocada.
* Kyyaaahhh!!… *
Anna lanzó un tremendo grito, mitad dolor mitad placer, al sentirse invadida por la grandeza del moreno.
* Silver… por favor… para, detente… déjame!!… *
Los amantes permanecieron quietos por un instante. Él mirándola fijamente, ella con los ojos cerrados, tratando de acostumbrarse al duro intruso en su interior; ambos respirando agitadamente.
Luego, el Asakura comenzó a mover las caderas, de adelante hacia atrás primero, y a veces en forma circular, cada vez con más fuerza y brusquedad, pero siempre logrando los gemidos de la Kyouyama, a quien ahora poco le importaba la nula delicadeza de su esposo, pues este le estaba brindando el mayor placer de su vida.
* Si-Silver, onegai!!… no, no!!… *
No solo era la penetración, el moreno tallaba el clítoris de la rubia, estimulándola extra mientras le besaba y mordía los pezones, todo sin que sus toscas manos dejasen de recorrer su exquisita figura, prodigándole candentes caricias.
* Ahh, Silver… por favor!… no te detengas!!… *
Anna seguía rogando, más su voz estaba llena de deseo, delatando la proximidad de su clímax. . . Y así fue. . .
Tras las últimas bruscas y profundas, por no decir desesperadas, embestidas del castaño.
La mujer estalló en una fuerte oleada de placer; su vagina se contraía con tremenda fuerza, apretando todavía más el pene de su esposo, arrastrándolo a compartir el éxtasis.
Silver lanzó un ronco gemido para luego liberar su esencia sin futuro dentro de la mujer.
Los negros ojos de Anna brillaban con intensidad, mirando fijamente al hombre. Sus mejillas sonrojadas al ver lo apuesto que se veía su marido, con esa expresión, esa sonrisa llena de satisfacción y gozo.
Ella cerró los ojos, aun respirando agitadamente, reconociendo ante sí misma que aquel había sido el mejor sexo de su vida. Y pensaba. . . que no le molestaría si de ahora en adelante, Silver se comportaba así de brusco en la cama.
““Tal vez así… lo hagamos más seguido y tal vez… yo… pueda darle un hijo algún día no muy lejano.””
Eran los pensamientos de una mujer enamorada, quien no sabía que ese deseo, que ese sueño tan anhelado. . . jamás se convertiría en realidad.